Por Marcelo Cafferata
La directora de “Frankie” y “Una escuela en Cerro Hueso” se une con Adrián Suárez para sumergirse en una historia fuertemente enmarcada en el universo femenino de Virginia y Renata, dos hermanas que vuelven a espejarse frente a un nuevo momento que comparten juntas, a partir de una llegada inesperada.
“LA MUJER HORMIGA” va dejando sembradas algunas pistas dentro de sus diálogos y situaciones. Todo comienza cuando Virginia descubre debajo de la cama, un enorme hormiguero: “hay que matar a la reina, esa es la solución” sentencia el fumigador. Desde este juego paratextual, los directores comienzan una serie de referencias, de asociaciones libres, de metáforas que se van entremezclando con una trama en apariencia tradicional, pero que juega con lo onírico hasta llegar a una escena final digna del mejor Cronenberg y su Naked Lunch.
Renata (Julieta Vallina) está pasando un mal momento personal –del que no contamos con mayor información- y busca refugio en la casa de su hermana Victoria (Eugenia Alonso). Ya apenas llega dice literalmente “traje la tormenta” y en ese momento, el guion escrito por ambos directores a los que se suma Iván Fund, anuncia esto como un presagio y promete entrar en zonas pantanosas.
Efectivamente la llegada de Renata pone en un completo desequilibrio al universo interno de Victoria que tiene en apariencia una vida tranquila en el pueblo, sin demasiados sobresaltos, aunque a algunas cosas que ocurren no puede encontrarle, momentáneamente, explicación alguna. Poco a poco van apareciendo fragmentos de la historia compartida que desembocan en recuerdos traumáticos de un antiguo accidente que ha dejado cuestiones sin resolver y heridas profundas que han sido sepultadas para evitar el sufrimiento.
Esta inesperada presencia de Renata que se define como “no soy de acá, estoy de vuelta”, va trayendo poco a poco nuevamente esas vivencias del pasado, al mismo tiempo que enfrenta a Virginia con sus propios deseos, con la construcción de su presente y, en algún punto, a comenzar a lidiar con el fantasma de la insatisfacción y las frustraciones. A pesar de que todo pareciese indicar que Renata fue la más damnificada en ese hecho trágico que vivieron juntas, lo que se presenta en la realidad, demuestra lo contrario: más allá del sufrimiento, Renata tiene una envidiada capacidad para contactar con el placer y con sus propias ilusiones, ingrediente que aparentemente falta en la vida de Virginia y que también se traduce en cierto modo en la forma de vincularse con su hijo adolescente.
Cappato y Suárez logran en “LA MUJER HORMIGA” una película de climas, de intimidad, de miradas, de momentos y de silencios. Un vínculo entre hermanas que fue marcado por el dolor y que intenta recomponerse desde diferentes lugares, apostando a una recuperación y reconexión genuinas.
Pero Cappato y Suárez cuentan con dos aliadas de lujo para transitar esta historia desde la óptica tan particular que proponen: son las dos protagonistas, ambas de una amplia trayectoria en el cine y destacadas figuras del teatro. Son Eugenia Alonso y Julieta Vallina que se ponen al servicio de dos personajes complejos.
Ambos trabajos son exquisitos, sutiles, laboriosamente trabajados en cada detalle que logran esos pequeños y grandes momentos que cada una aporta a sus criaturas. Pero ver nuevamente a Julieta Vallina en pantalla, desplegando todo su talento, es algo sencillamente conmovedor.