Por Luis Kramer
Y luego de dos años de inevitable restricción y cuidado, el BAFICI ha cobrado su tradicional esplendor, permitiendo que el público vuelva a colmar las salas, acompañando a cada una de las propuestas de esta edición.
Por el lado de la Competencia Internacional se pueden apreciar dos propuestas chilenas, la primera de las cuales lo tiene a Roberto Doveris (director que ya había traído a este festival su ópera prima Las Plantas) con su opus Proyecto Fantasma, quien elige elementos de cine fantástico para acompañar a su registro ficcional de la generación de jóvenes de treinta años, quienes intentan sobrevivir en sus apuestas por el arte como forma de vida. El film, en un tono complaciente, los acompaña en sus elecciones, en sus deseos sexuales, en sus altibajos laborales, enmarcado todo ello en las pulsiones eróticas de lo no dicho, de lo deseado, de lo liberador.
También de Chile, y en Competencia Internacional emerge El Pa(DE)ciente, film de Constanza Fernandez, una potente ópera prima sobre la salud y ese complejo universo de la atención sanitaria que focaliza en un médico de clase media, a cargo de Héctor Noguera, a quien habíamos visto en El Topo hace dos años (film que se puede visualizar a través de la plataforma de Netflix). El minucioso entramado que logra esta directora construir en torno a las técnicas de abordaje de un paciente, muchas veces exentas de la humanización necesaria que podría dimensionar el correcto enfoque sobre este tema, se constituye en una acertada decisión narrativa, y así asistimos a este peregrinaje estático de un hombre anclado a su cama con un síndrome de Guiillain Barré a cuestas y cuya postura corona con notable precisión en el final de la película.
De la sección Pasiones (Nunca mejor incluido este documental en esta línea temática) encontramos Reflejo de un Pescador del dúo de directores Lucía Cavallotti y Benjamín Delgado, quienes logran construir con admirable variedad de recursos, el entorno de la vida de un pescador en la ciudad de Goya, y en el marco de la Fiesta Nacional del Surubí. La música de Manuel Farizano aquí se revela como un protagonista más de esta iniciativa audiovisual, otorgando la cuota necesaria de emoción, intensidad dramática y tensión. Tal vez la imagen de Tulio, el pescador que protagoniza este film, de pie, y aplaudiendo emocionado la coronación de esta fiesta, constituye la mejor síntesis de este abordaje.
En la sección Familias se ubica Terror Familiar de Damián Galateo, una reconstrucción en clave de thriller policial de su historia de violencia familiar, que tuvo como protagonista a su abuelo paterno Alberto, otrora estrella del fútbol argentino de los años 30 y que culminara como un hecho policial de proporciones por haberse generado un homicidio.
El director visibiliza este drama silenciado en el seno de la familia por mucho tiempo y se establece como elemento reparador de esta conflictiva al decidir visibilizarlo con el testimonio de los miembros de su entorno intervinientes en el hecho.
Juan Baldana, en la sección Noches Especiales nos presenta un film nihilista y con toques dark basado en la novela de Gonzalo Unamuno, que resume la crisis de la generación de los 40 que parece haber perdido el rumbo en este país y donde el reproche parece consumir la posibilidad de acción creativa.
La elección de Gerardo Otero como protagonista, denota el acierto en llevar a la pantalla grande a un actor de teatro no tan familiarizado en estas lides y al mismo tiempo, y por contraste, se visibiliza como una llamada de atención a la estereotipada elección repetida de actores en los distintos proyectos de la industria del cine.
El desorientado deambular de Baraja (tal el nombre del protagonista) acompañado de duras reflexiones acerca de su presente y de su incierto futuro, tiene la potencia de lograr inscribirse fuertemente en nuestra conciencia una vez finalizada la proyección.
Tal como fuera anunciado, el documental sobre José Luis Cabezas, del binomio Vanesa Ragone en la producción y de Alejandro Hartman en la dirección (responables también del otro documental Carmel: ¿Quién mató a María Marta?) titulado El Fotógrafo y El Cartero: El Crímen de Cabezas en la Sección Noches Especiales, se preestrenó en esta edición como paso previo a su estreno en la plataforma Netflix, demostrando una vez más la impecable realización con un vasto archivo de imágenes y una adecuada selección de testimonios que analizan uno de los crímenes más emblemáticos de la historia reciente de este país.
Igualmente acertado resulta el punto de vista del documental, desde su postura ideológica, amalgamando la corrupción policial a la alianza estratégica de los poderes de turno y la justificación de las más altas esferas a los turbios negociados económicos que se desarrollaban con total impunidad.
Bruce Labruce es un director que tiene a una legión de fans dispuestos a reverenciar todas y cada una de sus creaciones. Por tercera vez se presenta en este festival una de sus obras, en este caso, The Affairs of Lidia en la sección Noches Especiales.
El mismo director presentó su película informando que había dos versiones de la misma, una hard y una soft. La versión que se proyectó fue la soft, habiendo por ello perdido la fuerza de su original, y entregando un híbrido que no alcanza a configurar un producto terminado.
Las flojas actuaciones de sus actores porno, quienes además ven cercenada en la pantalla sus mejores posibilidades, restan eficacia y contundencia a un producto que luce diluído.
Hay un foco en este festival que es Pascale Bodet, crítica de cine y realizadora tunecina, de quien vimos L´Abondance con un interesante punto de partida en la elección temática, cual es la causa de la profusión de la recolección de almejas en una zona del Golfo de Morbihan en el Norte de Francia, lo que desencadenó la así llamada fiebre del oro en la década del 90´ y generó un ejército entusiasta de personas no familiarizadas con el rubro que ante la tentación económica de la ganancia que la actividad redituaba, no dudaron en incursionar en estas lides.
Es por ello que desfilan ante la cámara distintos exponentes de la actividad en cuestión.
El problema es que el foco luego deriva hacia un pescador profesional dedicado a estos menesteres, bastante poco interesante no sólo en lo que dice, sino además en lo que la directora le pregunta, banalizándose con ello el centro de estudio del film y rematándose con curiosidades pueriles que en nada contribuyen a realzar la propuesta.
Marco Bellocchio, director infaltable en este festival, nos presenta en la sección Trayectorias Marx Pué Aspettare (Marx Puede Esperar) testimonio más que necesario sobre el suicidio de su hermano mellizo Camilo antes de cumplir 30 años, en una ceremonia íntima junto a sus hermanos de reparación acerca de este hecho trágico que enmudeció a su entorno familiar por décadas.
De esta manera se va pasando revista a distintos fragmentos de films del realizador ( I Pugni In Tasca; Gli Occhi, La Boca), en los que de algina manera se evidencia esa culpa no resuelta y el impacto de sus situaciones traumáticas familiares.
En este estadio de su vida de la vejez (pero no de la decrepitud, como bien el realizador aclara) es momento de asumir las responsabilidades, junto a su familia, por lo no asumido, y de darle una nueva mirada desde la actualidad a los problemas existenciales que afrontaba su hermano Camilo, que no supo encontrar la necesaria pez interior para transcurrir sus días con felicidad.
Hay una escena con un sacerdote en el que el mismo le revela que Bellocchio, con sus películas, ya se ha podido redimir merced a su profundo sentimiento religioso expresado en las mismas, con lo que simbólicamente lo absuelve de todo pecado, Tal vez haya sido ese vía crucis doloroso que el director fue plasmando a lo largo de toda su filmografía con la que fue encontrando la manera de reparar esa pérdida familiar.
Por último, A Vendredi Robinson en Competencia Internacional presentado en la Berlinale de este año y con dirección de Mitra Farahani, una de las principales productoras de Godard, se asiste a este documental minimalista basado en conversaciones, en el que el artista (a veces abreviado como JLG) intercambia pequeñas misivas electrónicas con otro cineasta de temperamento similar: Ebrahim Golestan, representante de la Nueva Ola iraní a finales de los 60.
En la película, Golestan, un cineasta convertido en novelista, tiene más de noventa años y cursa correos electrónicos bien afilados con su colega francés en el que se recorren textos, reflexiones y poderosas imágenes y cuadros como puntos de partida de cada uno de los intercambios..
La película recibió el Premio Especial del Jurado en la competición Encounters de la Berlinale reservado para obras innovadoras y a veces inclasificables.
Resulta siempre motivador, poder escuchar los pensamientos de Goddard y, en esta oportunidad, verlo culminar con un discurso sobre la esperanza.
Continuará…