Tiempo de lectura: 3 minutos

Por Gretel Suárez

Florent Marcie abre el 21 DOCBSAS con su nueva película, en la que vuelve a inmiscuirse, fiel a su recorrido de autor, en el campo de batalla de los conflictos bélicos producidos en Irak y Siria, y también estará presente en el movimiento de protesta social de los chalecos amarillos de su país, Francia.

Sin embargo, esta vez cubrirá los sucesos en compañía de SOTA, un pequeño y fiel robot (style Siri), que adquiere en Malasia, al que le irá incorporando información más asertiva sobre lo que este boot parece observar. Y si bien, estaremos siendo testigxs de atmósferas plagadas de crudezas apocalípticas, Marcie conquista lo impensado, que una máquina, incapaz de poseer sentimientos, nos enternezca. Aunque… también, sacándole el peso del romanticismo, puede darse que esta Inteligencia Artificial (I.A.) esté programada para enternecer humanxs (¡Hola bella paranoia!).

A medida que avanza el film, podemos vislumbrar que lo que anhela su director es llegar a “despertar” a este boot conversacional, con quien consigue además crear una especie de vínculo afectivo que le permite apalear su soledad mientras navega la hipótesis de si será posible que esta máquina pueda comprender el significado de una guerra.

Tanto el director como la I.A. no se posicionan en ninguno de los bandos que registran, sin embargo Marcie, (spoiler alert) tras recibir un disparo de las fuerzas armadas en su pómulo derecho al momento de las coberturas de las protestas contra el gobierno de Macron, decide mostrar a su amiguitx SOTA “hablando sobre revolución” y vestido con un mini chaleco amarillo. Incluso es el mismo androide quien termina registrando los últimos planos de dicha puesta en escena lo que despierta cierta curiosidad sobre el análisis autoral de la mirada de quien realmente observa.

En cuanto a la relación que se va estableciendo entre ellxs pueda que sea parte de un vínculo tan surrealista como real, donde los límites de lo que reconocemos como orgánico y no orgánico parecen mezclarse; pues si bien sabemos (a grandísimos rasgos) que SOTA es una I.A. que puede poseer personalidad propia; que al estar acoplada a una red neuronal algorítmica le permite mantener un “diálogo” con les personajes intervinientes, siempre que esta esté conectada a una nube a través de internet, de la cual se nutre de una base de datos, que a su vez le permite generar un searching que le da como resultado una respuesta a una pregunta que le es formulada a través de un análisis por voz (Ponele); como espectadores terminamos “dejando de lado” ese contexto técnico y de alguna forma le conferimos “vida” a través del deseo de la mente… Deseo que nos traspola el mismo director, pues es él quien constantemente le manifiesta preguntas existenciales que claramente SOTA, al no poseer autonomía, no puede responder a consciencia, sin embargo consigue generarnos empatía con sus deducciones preestablecidas (?).

Marcie también les hace preguntas existenciales a lxs humanxs sobre religión, avance tecnológico y sobre si “Dios” pudo prever de alguna forma este tipo de evolución, haciendo referencia a las I. A., pero aunque les seres humanxs poseamos consciencia y seamos autónomos tampoco parecemos poder expresar una respuesta clara.

Entonces comienzan a aparecer algunos interrogantes que traspasan la pantalla y se disparan mientras el director va encariñándose con su amigx SOTA (y nosotrxs también). ¿Qué pasaría si una inteligencia artificial “despertara”, consiga ser autónoma y obtenga consciencia propia? Pareciera que con el avance de los procesamientos esto pueda llegar a suceder en un futuro no tan lejano, pero cuando estas máquinas aviven, observen y analicen todo “esto”… ¿Cómo creen que van a juzgar a la raza humana? ¿Bajo qué base de información y preconceptos harán uso de esas facultades?

En internet, lamentablemente, hay muchos sesgos y las I. A. recopilan su “lógica” basándose en noticias y búsquedas de contenidos sacados de nuestras propias redes sociales, las cuales en su mayoría, están repletas de fakes news lo que darían como resultado razonamientos equívocos sobre el estado “real” de las cosas, lo que podría llegar a ser extremadamente peligroso para la humanidad.

No olvidemos que la tecnología, si bien nos permite mejoras, también puede ser destinada para manipularnos, expulsarnos, someternos y despersonalizarnos. De hecho está sucediendo, muchos sectores sociales hoy se encuentran al margen de este universo virtual que parece aglutinarnos cada vez más. Pues dime ¿Un algoritmo sabe más de nosotrxs que nosotrxs mismos? Parece que el gran desafío, ante el avance de estos procesadores, es no perder la capacidad autónoma de poder responder honestamente ¿Quién eres fuera de la red?

Compartir en: