Por Marcelo Cafferata
Rafa Russo construye un muy interesante thriller político en el marco de una Montevideo próxima a sumergirse en la dictadura que golpeó al Uruguay, al mismo tiempo que iba creciendo en toda América Latina.
Corre el año 1972: Diego y Leonardo (Alberto Amman y Joaquín Furriel) son dos guionistas de un programa de humor en la televisión que goza de un gran éxito. El estilo con el que escriben sus guiones tiene que ser cambiado abruptamente ya que una incorrección política en el horario central televisivo sería, al mismo tiempo, tan inadmisible como riesgosa. Frente a esto, ellos seguirán intentando disfrazar ciertos dardos de humor político con denuncia social, escondiéndolos bajo alguna alegoría en la escritura de sus pasos de comedia.
El guion del propio Russo va trabajando la historia en dos planos en paralelo hasta que ambas situaciones confluyan. Por un lado lo que sucede en la pensión que regentea Emilia (Maribel Verdú) que se convierte involuntariamente en un centro al que acuden algunos jóvenes militantes a buscar refugio y por el otro, la historia que tiene como centro al Teniente Germán Rojas (excelente trabajo de Daniel Grao) que vive el ascenso del poder militar y él comenzará a formar parte del mecanismo del aparato estatal tratando de imponer su propio orden a través de las sesiones de tortura, apropiación de bebés y menores y desaparecidos.
La ligazón que encuentran las dos historias es el personaje de Susana, una potente interpretación de Martina Gusmán que logra uno de los mejores papeles por fuera del cine con Trapero, que es la amiga de Diego y la amante del Teniente.
“EL AÑO DE LA FURIA” tiene una cuidada construcción de época que aporta mucha credibilidad al desarrollo de la historia y sabe amalgamar todos los elementos para que el ritmo de thriller político no decaiga en ningún momento. Russo, sobre todo, construye un tercer acto tan sólido que todas las piezas del rompecabezas van encajando perfectamente. No solamente habrá desarrollado una historia de amor en un contexto político complejo, el peligro latente en la militancia con el germen del inicio de la dictadura sino que además deja abierto un espacio propicio para la reflexión sobre aquellas épocas oscuras, la doble moral y la obediencia debida.
A los muy buenos trabajos de Amman y Furriel en los roles protagónicos, se suman, como ya fueron apuntados, los de Daniel Grao y Martina Gusmán con escenas sumamente complejas que ambos resuelven con mucha solvencia. Además de las breves participaciones de Miguel Angel Solá como Silveira (el jefe controlador del Teniente Rojas) y de Maribel Verdú, completan el elenco secundario Paula Cancio, Sara Sálamo y Ezequiel Tronconi.
Russo no trata de disimular los tiempos convulsionados que se vivían en ese momento y plantea escenas de tortura y de violencia con sumo realismo que logran transmitir el peligro y el estado de vulnerabilidad imperante.
A modo de epílogo, algunos datos de la evolución de la situación política frente a los plebiscitos y el fuerte “NO” del pueblo, dejan una luz de esperanza entre tanta negrura, un como símbolo de pequeños actos de libertad en tiempos tan oscuros y opresivos, que se pueden revivir a través de un cine comprometido para no perder la memoria y seguir recomponiéndonos de los regímenes dictatoriales más cruentos de la Historia.