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Por Marcelo Cafferata.

Maximiliano González, tal como puede comprobarse con su film anterior “La Guayaba” –con Lorenzo Quinteros y Marilú Marini-, parece no tener miedo a tratar temas que se presentan como ríspidos, complejos, casi tabú dentro del cine nacional.

En su película anterior se zambullía de lleno en el tema de la trata de mujeres y el abuso de menores en el interior del país y en este caso, en su nueva película, la historia se basa en una pareja que viaja a la Provincia de Misiones con la esperanza de poder concretar su proyecto de adopción.

“Lejos de Pekín” se propone también, como el cierre de una trilogía que se había iniciado con “La Soledad” en donde González pone el foco en la problemática social de las mujeres misioneras –o de las provincias más castigadas de nuestro país- y se transforma en el eje central de su filmografía.

En el marco de esa ciudad “perdida en el mapa” en la que para de llover (la referencia a cuántas horas hay de diferencia con Buenos Aires, hablan de un lugar que la pareja siente como lejano, extranjero),  María y Daniel se enfrentan con un impedimento inesperado en su proceso de adopción, que los deja varados en el hotel durante toda esa noche, en la tensión de no saber cómo se resolverá su trámite, en donde aparecerá una suerte de catarsis emocional con sus temores, frustraciones, cuentas pendientes y algunos recuerdos pertenecientes al inicio de su relación.

Frente a este planteo inicial de la llegada a un hogar de tránsito en donde toman contacto con la criatura que estaba destinada para ellos en adopción, el guion comienza a escurrirse entre las historias personales de ambos protagonistas y con otros encuentros azarosos que tienen con otros personajes, dentro del hotel.

Pasadas algunas confesiones íntimas y un cierto malestar que tensiona permanentemente a la pareja (como las interrupciones de Daniel atendiendo el teléfono o ciertas insistentes preguntas sobre hechos del pasado), en gran parte de los diálogos que discurren en esa larguísima noche que se plantea a su vez como un gran compás de espera,  aparecerán los recuerdos de cada uno de ellos con las figuras de sus padres y lo que significaron en sus vidas.

A eso se sumará el cruce con una cantante que presenta un show en el hotel (una bienvenida participación de Cecilia Rossetto) quien confesará a media voz haber sido madre de un hijo y el encuentro de Daniel con otro pasajero del hotel que le confiesa una historia muy particular en torno a su matrimonio y su paternidad.

“Lejos de Pekín” comienza a desarrollarse, entonces, no sólo como una película en torno a la decisión de la pareja de adoptar, de ser padres, de cumplir un sueño después de varios intentos frustrados durante sus ocho años de relación, sino también como una construcción de la identidad en base a los modelos paternales / maternales que anidan en cada uno de los personajes centrales, así como también vemos que los conflictos que se presentan en los secundarios, también dan cuenta de una dificultad, de un cierta problemática  que se presenta a partir de ejercitar un rol paterno / materno.

Si bien la inclusión de otras historias, hace que se pueda dar una pluralidad de situaciones que permitan abordar diferentes miradas en torno al tema de la maternidad / paternidad e ir más allá de una única historia central; la problemática de la adopción, del mecanismo que tiene en nuestro país, de las dificultades de poder lograrlo después de arduos y tediosos procedimientos burocráticos que obstaculizan mucho más de lo que facilitan el proceso, comienza a desdibujarse a medida que se van desplegando los conflictos de pareja y pierde fuerza dentro de la historia.

Sumado a esto, una historia con tono de fábula que abre y cierra el filme que no termina de cohesionar, distrae y en cierto modo desorienta sobre lo que González quiere focalizar al abordar esta temática particular de la adopción, que se retoma sólo en un par de escenas finales,.

Queda entonces la sensación de que no se abordó el tema con toda la complejidad que éste presenta, no sólo desde los aspectos más vinculados con el trámite en sí mismo y los vericuetos judiciales para lograrlo, sino con las sensaciones por las que atraviesa la pareja frente a los obstáculos, al rechazo, a la posibilidad de volver a fracasar que quedan desdibujadas entre tantos otros planteos en esa noche confesional. 

Se presenta además una curiosidad respecto de la decisión del guion del propio Maximiliano González en cuanto a focalizar el vínculo de adopción con un solo niño, casi caprichosamente, cuando dentro del hogar se ven muchas más posibilidades y tantos otros niños necesitados de una familia, de padres que puedan contenerlos y brindarles un hogar.

Elena Roger y Javier Drolas están muy correctos en sus papeles protagónicos aunque algunos de los diálogos suenan impostados, algo forzados, como artificiales, sin poder empatizar demasiado con los sentimientos profundos de los personajes que logran conectar y generar una buena química, sólo en algunas de las escenas.

“Lejos de Pekín” deja la sensación de haber puesto en pantalla un gran tema que debe ser visibilizado en nuestro cine, perdiéndose posteriormente en los detalles de las vivencias de esta pareja en crisis, que van haciendo perder el foco del planteo inicial.

POR QUE NO:

«Queda la sensación que no se abordó el tema de la adopción con la complejidad que éste presenta, no sólo desde los aspectos más vinculados con el trámite en sí mismo y los vericuetos judiciales para lograrlo, sino con las sensaciones por las que atraviesa la pareja frente a los obstáculos»

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