Finalmente se estrena en pantalla grande “MISERERE” el trabajo documental de Francisco Ríos Flores que había tenido oportunamente su estreno en la edición 2020 del Festival Construir Cine, luego de haberse presentado en el Festival de cine latino de Tolouse y en un circuito internacional de festivales en Portugal, Bélgica e Italia.
La cámara de Ríos Flores explora una de las tantas vetas que propone una geografía tan particular como la de plaza Once -enclavada en plena Capital Federal- de la mano de una narrativa cruda, áspera y sin demasiadas concesiones para un tema que el documental nacional no se había atrevido a abordar de esta manera.
El director sigue el recorrido de seis hombres que se prostituyen en esa zona (ellos son Rodrigo, Rubén, Carlos, Mariano, Matías y Fabián) y estructura su relato valiéndose tanto de algunos fragmentos de su vida personal y cotidiana, como de los pensamientos que irán desgranando cada uno de los protagonistas en un día de trabajo habitual -bajo el recurso de la voz en off que es claramente lo menos logrado del documental-.
El relato personal se irá mezclando con escenas propias de lo que puede acontecer durante sus servicios, internando el ojo de la cámara en zonas anteriormente inexploradas y que, por lo tanto, se diferencian radicalmente del tratamiento y del enfoque que le han dado otros documentalistas.
Todo esto sucede entre la ola humana que invade cada día la estación de tren, que se combina además con el mar de gente que atraviesa la estación de subte. En esa muchedumbre, Ríos Flores se detiene en cada uno de estos cuerpos masculinos que parecen pasar casi desapercibidos entre esa multitud, para cualquier mirada poco entrenada.
Los protagonistas se entremezclan fácilmente porque justamente son taxiboys que escapan completamente al estereotipo que suele construirse sobre el mundo de la prostitución masculina, sobre todo dentro del cine. Alejados de ese perfil tan cuidado, “MISERERE” toma las imágenes de forma valiente y no tiene reparos en mostrar con absoluta crudeza, un espacio lindante con el desamparo y hasta la marginalidad.
Un juego de miradas, un roce, un gesto que indica asentimiento o ganas de contratar el servicio, dispara la entrada a un mundo desconocido y llegado un punto, Ríos Flores se juega por completo y atraviesa notablemente ciertos límites y brinda imágenes incómodas, explícitas, poderosas que no intentan presentar ningún costado amable, sino por el contrario, se sumergen en la suciedad y la promiscuidad de un baño público, en la clandestinidad de hacerlo en plena vía pública, la sordidez de un cine condicionado o se permite acompañarlos hasta un albergue transitorio de sábanas raídas, paredes descascaradas que subraya más todavía la exclusión y la miseria.
Elige contar la historia sin ocultar el costado más oscuro y más desesperante que transita cada uno de los protagonistas e indudablemente esa es la gran carta de triunfo para un documental que gana fuerza en la crudeza y el realismo de sus testimonios.
Ríos Flores acierta en mostrar este territorio complejo y multifacético del barrio de Once, sin hacer absolutamente ninguna concesión –aun cuando el borroso límite entre documental y ficción ayuda a encaminar el relato-, retratando bajo un calor de verano, esta realidad casi invisible de los trabajadores sexuales callejeros, con una mirada audaz y despojada de cualquier condena moral.
POR QUE SI:
» Elige contar la historia sin ocultar el costado más oscuro y más desesperante que transita cada uno de los protagonistas «