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Por Marcelo Cafferata

Este año, como ha sucedido con tantos festivales, la 7ª edición del MAFICI se podrá disfrutar, además de presencial en su ciudad de origen, de forma online, desde la página www.octubretv.com y se desarrollará, con un atractivo y variado materia, del 19 al 29 de Septiembre, y estas son algunas de nuestras recomendaciones dentro de los largometrajes de ficción que podemos encontrar en las diferentes secciones.

LOS SONÁMBULOS

de Paula Hernández

Panorama Argentino

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En la casa quinta de Meme (Marilú Marini) y justamente teniendo como excusa los festejos de la llegada de un nuevo año, se reunirán sus tres hijos (Luis Ziembrowski, Daniel Hendler, Valeria Lois), cada uno acompañado de su familia.

Las tensiones no tardan en aparecer instalando dentro de ese clima de reunión familiar,  temas neurálgicos que parecen estar siempre presentes: los celos, los mecanismos de poder, la disputa del amor maternal, el cumplimiento de los mandatos familiares, la crianza de los hijos -que se plantea tan disímil entre cada uno de los hermanos-, los recuerdos, las cuentas pendientes y los rencores, que hacen el ambiente propicio para que aparezcan los conflictos y las rivalidades.

El guion de la propia directora, presenta cada uno de estos temas sutilmente, a través de respuestas disparadas en los diálogos o con ciertos detalles que va introduciendo en la puesta en escena, que responde perfectamente a un relato coral en donde cada uno de los personajes tiene un desarrollo y su propio lucimiento. 

La figura matriarcal de Meme, dirigiendo todos los hilos de poder entre sus hijos, marcando notoriamente las diferencias –en su incansable tarea del “divide y reinarás”- y sentenciando sobre cada uno de sus actos encuentra una fuerte oposición en Luisa (Rivas) que marca la diferencia de no pertenecer a esa familia más que en un vínculo político sumado a la presión de tener que lidiar con el acompañamiento a su propia hija adolescente transitando su desarrollo y su descubrimiento sexual, más el tema del sonambulismo que parece haber heredado de la familia de su padre.

Sobre esta línea, Hernández instala subyacente, el tema de una familia reinada por las decisiones de los hombres (Meme parece ser apenas la continuadora de una línea fuertemente masculina y digna sucesora de su marido recientemente fallecido) su poder despótico y sus manejos de dinero para plantear diferencias.

A la situación ya de por sí, de delicado equilibrio, aporta un elemento discordante más, la llegada de Alejo, el hijo mayor de Sergio que ha regresado hace poco al país y de cuyo pasado, no tenemos las mejores referencias y que instalará una fuerte tensión sexual con Luisa y comenzará a despertar el deseo en Ana generando una nueva capa dentro del relato, mucho más espesa, con ribetes de sordidez y violencia que el ojo de Hernández maneja sin subrayados pero sin dejar librado a sobreentendidos, para desatar un epílogo realmente antológico.

Los trabajos de Érica Rivas y Marilú Marini son de excelencia y están acompañadas por un notable Ziembrowski y los trabajos de Lois y Hendler que son sumamente funcionales a lo que propone la trama.

Ornella D’Elia como Ana, asume un importante rol protagónico que implica una gran exigencia y que logra sortear con solvencia, aún con ciertas observaciones, para un personaje complejo y con sus típicas contradicciones adolescentes a flor de piel.

LAS BUENAS INTENCIONES

de Ana García Blaya

Competencia Oficial Operas Primas

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“LAS BUENAS INTENCIONES”, ópera prima de Ana García Blaya con fuertes tintes autobiográficos, se permite ahondar en el vínculo de un padre con sus tres hijos atravesando un proceso de separación, dándole de esta manera una voz, una entidad y una relevancia al rol que cumple el padre en la crianza, muchas veces menospreciado o poco tenido en cuenta.

La directora no presenta a ese padre como una figura perfecta ni con la que fácilmente el espectador pueda empatizar en todas las situaciones: se vuelca, por el contrario,  por mostrar todas sus imposibilidades, sus contradicciones, sus zonas más endebles, lo muestra vulnerable y querible a la vez, y allí, lejos de cualquier idealización, es donde el relato gana cuerpo. Una paternidad activa que muchas veces choca con un punto de vista materno que impone -sin quererlo- otros prototipos, lidiando con estereotipos que marca la sociedad como “obligatorios” y con las dudas tendenciosas que se presentan a la hora de ver a un padre desarrollar, con las herramientas con las que cuenta, la tarea de crianza.

La directora pone toda la emocionalidad en juego y pasea sus recuerdos a la orden de tejer una historia completamente narrada desde lo afectivo y lo personal, generando que las situaciones planteadas en el guion suenen tan creíbles y tan naturales que ganen realismo e intimidad.

Ese padre es Gustavo (Javier Drolas), con su desordenada vida privada que se parece más a la de un adolescente tardío que a la de un padre de familia y que  al poner el corazón en lo que hace –aun con una catarata de errores e irresponsabilidades-  llega directo a cada uno de sus hijos,  está amorosamente presentado por García Blaya en cada imagen y se agiganta con la química perfecta que logra Drolas con Amanda Minujín -en el rol de la hermana mayor-, con una complicidad y una armonía que no siempre es fácil de lograr en la pantalla con tanta espontaneidad.

“LAS BUENAS INTENCIONES” cierra su relato con grabaciones, fotos, recuerdos, VHS de los que solemos servirnos para transportarnos a otras épocas, regalándonos un entrañable retrato familiar teñido de una dulce melancolía.

EL MAESTRO

de Cristina Tamagnini / Julián Dabien

Competencia Oficial Operas Primas

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Partiendo de un hecho real –la historia de Eric Sattler-, la historia se ficcionaliza en la figura Natalio (Diego Velázquez), un apasionado docente de pueblo que aun cuando parece tener una vida apacible y equilibrada, será enfrentado y sometido a las normas que suelen surgir con el consabido estigma de “pueblo chico, infierno grande”.

El disparador del conflicto de la historia, surge cuando un amigo del maestro, Juani (interpretado por Ezequiel Tronconi), llega a vivir al pueblo y Natalio se encarga primero, de darle refugio y luego, de poder encontrarle un lugar para en donde pueda instalarse.

Sus visitas asiduas a la casa de su amigo hacen que rápidamente comience a flotar en el aire una cierta ambigüedad que el pueblo traduce, casi inmediatamente en rumores que corren como reguero de pólvora, sobre su orientación sexual, una situación que el pueblo jamás aceptaría y menos aún si se trata de la figura de un docente de escuela primaria.

La sombra de la discriminación y la intolerancia –representada en este pueblo salteño pero que no deja de ser el espejo de lo que sigue sucediendo en nuestra sociedad y sobre todo en los pueblos más pequeños en el interior- se hace presente casi de inmediato y la directora del colegio se verá presionada por los padres para que rápidamente Natalio sea separado del cargo.

Todo esto sucede en medio de los preparativos de un  proyecto junto a sus alumnos, con una puesta de “El Principito” de Saint-Exupéry, para un acto escolar, que sirve de vehículo para destacar los valores esenciales que se trabajan en la historia en forma paralela reforzando la idea de “ser responsable para siempre de lo que has domesticado”.

“EL MAESTRO” vuelve a poner al descubierto la típica hipocresía pueblerina que no acepta la diferencia y funciona sólo dentro de ciertos parámetros estancos a los que cada uno de los miembros de la sociedad, deberá adaptarse para poder lograr ese sentido de la pertenencia que nos es tan necesario.

La propuesta se encuentra coronada por un detallado y preciso trabajo de Diego Velázquez quien desmarcándose de ciertos lugares comunes, logra que su personaje tome una dimensión especial y, sin estridencias ni desbordes, se entrega a un trabajo basado en los detalle y en una gestualidad sumamente medida.

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