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Por Luis Kramer

Por la plataforma Netflix se pueden apreciar las dos temporadas de esta serie británica creada por Laurie Nunn (y ya se ha confirmado la tercera) centrada básicamente en el adolescente Otis Milburn quien a sus jóvenes 16 años intenta vencer sus temores a perder su virginidad, a la vez que sorprende con sus conocimientos teóricos sobre el sexo, con los cuales se permite asesorar a sus compañeros de escuela, ávidos de poder solucionar sus distintas dificultades en la materia.

Tal enfoque es la alternativa perfecta para poder pasar revista a todo lo que el sexo (y la curiosidad sobre él) nos propone, y por ello se pasa revista entre otros, al vaginismo, la higiene sexual, las enfermedades de contagio genital, la masturbación, la falta de eyaculación y también al desgaste sexual en la madurez. Todo lo apuntado es narrado con una frescura maravillosa exenta de toda inhibición y con una agradecida franqueza.

Pero también hay espacio para el amor, a su búsqueda torpe y a su deseo idílico, bien acorde con esa etapa de la vida, inmersa en una honesta realidad, desde la cual sus personajes transitan su cotidiano.

La descripción de los habitantes de la serie, los que por su peso y trascendencia tornan a la misma en coral, más allá del foco en Otis (perfecto Assia Butterfield) y su madre, terapeuta sexual (brillante y sugestiva Gillian Anderson) es profunda, a la vez que divertida y con una progresión dramática que se agradece.

Desfilan por aquí el represivo director, Maeve, el objeto de deseo de Otis; Jackson, integrante del equipo de natación de la escuela y con un ojo puesto en Maeve; el mejor amigo de Otis, Eric, abiertamente gay, y un grupo de chicas encantadoras y variadas que poblarán cada uno de los capítulos alternadamente dirigidos por Ben Taylor y Kate Herron.

Sex Education constituye una fresca reversión de las historias de John Hughes, muy generosa en su tratamiento narrativo y  actoral.

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