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Por Marcelo Cafferata.

El protagonista de “CASI FELIZ”, Sebastián, conduce un programa de radio diario, “La vida en la mitad”, que le ha dado el éxito y el reconocimiento popular que tiene, ese mismo que hace que lo identifiquen permanentemente y le pidan selfies todo el tiempo en espacios públicos o que le pregunten insistentemente si él es el de la radio. O que si en un reportaje comete un acto fallido, al día siguiente su vida y la de los suyos, sea un pequeño infierno.

Cuarentón, judío, hincha de Atlanta, culpógeno y neurótico, padre de dos hijos (hijes, como le corrige su hija mayor), Sebastián  se dedica también a animar eventos y reuniones familiares con su show de stand up y parece sostener, con cierta inmadurez, el vínculo con sus padres, con su hermano y algunos temas relacionados con la crianza de sus hijos.

Si Sebastián se parece demasiado a Sebastián Wainraich, protagonista y guionista de la serie, obviamente no es pura casualidad, sino que es el guiño principal que le da el andamiaje a la propuesta. La particularidad de hacer lo más difuso posible ese límite entre realidad y ficción y apelar casi en forma permanente a la auto referencia es lo que le da cuerpo a cada capítulo y casi el único hecho que parece separar al actor de su alter ego, es que atraviesa una relativamente reciente separación (su ex es Natalie Pérez) que deja flotando en el aire esa sensación de haber tomado una decisión equivocada y que la reconciliación puede aparecer de un momento a otro.

En esta marcada y omnipresente autorreferencia se asienta uno de los principales problemas de “CASI FELIZ”.  Seba Wainraich juega con el humor de Woody Allen pero no tiene ni su profundidad ni su inteligencia, y coquetea con sentirse Jerry Seinfeld o Larry David por un rato, pero aunque tiene simpatía suficiente y su personaje empatiza fácilmente con el público, no cuenta en absoluto con el mismo carisma en pantalla. Máxime que la totalidad de los diez capítulos que componen esta primera temporada están escritos exclusivamente desde su pluma, y un guion a cuatro manos o con ciertas colaboraciones, hubiese permitido explorar otras tonalidades y poder abrir el arco de algunas situaciones a una mirada menos hacia el ombligo y un poco más amplia hacia otros espacios. 

Así el propio Wainraich queda entrampado y preso de su ego, sin poder hacer pie en otro espacio que no sea en su propio eje, punto más que importante a tener en cuenta para mejorar, en una potencial segunda temporada.

Las situaciones que plantea son en su gran mayoría divertidas, la serie logra sostener un cierto ritmo y un tono ameno que invita a seguir viéndola y por lo tanto, la propuesta general funciona. Pero se resiente el resultado cuando aparecen momentos en donde el peso recae exclusivamente en Wainraich y queda demasiado en evidencia que no parece haber “espalda” suficiente, tanto desde lo actoral como desde el guion, para dejarlo todo librado (casi) exclusivamente a su figura.

Como si se parafraseara a su propio programa de radio en la ficción, todo parece quedar por la mitad o a mitad de camino, aunque esto no signifique que “CASI FELIZ” no tenga momentos disfrutables y de notables aciertos, pero sale a la búsqueda de un tono de humor que, al menos en esta primera temporada, se sostiene erráticamente y sin lograr una marcación definida que ayudaría, y mucho, a darle un nivel homogéneo y evitar algunos notables altibajos de un capítulo a otro.

El formato de las series tiene sus particularidades -así como el cine y el teatro por supuesto las tienen-, y lo que puede funcionar en un formato de programa de radio compartiendo anécdotas de la vida cotidiana que intentan romper la barrera de la vida privada que presuntamente se abre frente a los radioyentes generando una cierta complicidad, necesita de algo mucho más sólido -sobre todo respecto del planteo de ciertas situaciones en el guion- para lograr el mismo efecto en el público.

Hernán Guerschuny, quien apunta a un cierto tipo de comedia romántica y retrato de la crisis de los cuarenta en sus películas “El crítico” (Rafael Spregelburd – Dolores Fonzi), “Una noche de amor” (con el mismo Wainrainch y Carla Peterson) o “Recreo”, una propuesta más coral codirigida con Jazmín Stuart y con Minujin – Gamboa – Stuart – Peterson – Mirás y Slipak en el elenco; también lo propone aquí en su primer trabajo para streaming e intenta imprimirle esa mirada cinematográfica que le es propia y acierta con una cuidada fotografía que se realza, sobre todo, en las escenas en exteriores.

A falta de una construcción sólida desde el guion del personaje central (que además pueda sostenerse desde la composición actoral), “CASI FELIZ” presenta una galería de secundarios que son más acertados, y tienen un mayor impacto cuanto más se alejan del ombligo de Wainraich. Es así como las participaciones de sus compañeros de equipo Malena Guinzburg, Julieta Pink, Sebastián Presta, Pablo Fábregas o Gabriel Schultz, pasan algo inadvertidas y las intervenciones de Dalia Gutman o Peto Menahem no hacen más que reforzar la idea del planeta Wainraich del que la serie por momentos, parece encapricharse en no querer salir.

A pesar de que se presenta como un producto típicamente de comedia, por el contrario, los momentos que bordean más la comedia agridulce y el drama, son los grandes aciertos que presenta “CASI FELIZ” por ejemplo con las participaciones de Julieta Diaz (en un capítulo destinado al reencuentro de lo que dejamos atrás en la adolescencia y en el colegio secundario, donde el tema del bullying –aunque por ese entonces no tenía exactamente esta etiqueta- estaba a la orden del día y el impacto de lo que un amor adolescente puede haber dejado en nuestras vidas), Pilar Gamboa (y un capítulo fuertemente ligado a las emociones, a las potenciales pérdidas y a la felicidad de los pequeños momentos) o el episodio con la exposición de una máquina del tiempo y esa añoranza de poder volver al pasado y, de alguna manera, poder redefinir nuestro presente.

Refuerzan las situaciones de comedia el vínculo con sus hijos (con los disparos más irónicos y políticamente incorrectos a cargo de sus hijos –la hija de Guerschuny y el hijo de Wainraich en la vida real-), las brillantes intervenciones de Hugo Arana y Adriana Aizemberg como sus padres en dos capítulos que presentan dos situaciones absolutamente disparatadas y brillantemente interpretadas y  el guiño de las participaciones de Adrián Suar, Jose Luis Gioia o Juan Minujín, tan breves como efectivas.

Más allá de que por momentos parece que no fuese la partenaire indicada, Wainraich se reserva el arquetipo de hombre maduro enamorado de una mujer bastante menor con su ex mujer a cargo de Natalie Perez  (aunque quizás en su partida de nacimiento ostente una edad mayor, en cámara tiene una belleza y una frescura que parece distar de la madre de dos preadolescentes) que vuelve a demostrar un gran talento para la comedia y una convincente construcción para que su personaje atraviese, y brille en los momentos de quiebre.

La receta en general funciona, cumple y se puede pasar un momento más que agradable en diez capítulos que se consumen de un tirón, esperando una segunda temporada donde se puedan profundizar y mejorar  ciertas cuestiones apuntadas y nos sigan dando ganas de ver “CASI FELIZ” por muchas temporadas más.

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