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Por Rolando Gallego

El talentoso intérprete, dramaturgo y director Juan Diego Botto se presentará arriba de un escenario por primera vez con Una noche sin luna. El evento ocurrirá del 21 al 25 de junio en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín (CABA). Sobre el espectáculo, basado en textos de Federico García Lorca y dirigido por Sergio Peris-Mencheta, hablamos con Botto y mucho más.

-¿Cómo estás viviendo toda la previa a subirte a un escenario en Argentina?

-Con mucha ilusión. Yo llevo muchos años queriendo venir a hacer teatro en Buenos Aires. No hago mucho teatro, escribo mucho teatro, pero la última obra la que hice fue hace 2015, la terminé, intenté venir con esa obra y al final el cine siempre se pone en medio, pero ahora con mucha ilusión. No es una invitación casual, cualquiera para mí, este teatro tiene mucha significación, mis padres estaban haciendo en los 70 una obra aquí, es la causa de que yo exista en el mundo, y es un teatro cargado de memoria para mí. Y hacer teatro en Buenos Aires en sí es, yo creo que para cualquier actor de habla hispana, y desde luego para mí, con mi historia, es increíble.

-¿Sentís que, de alguna manera, cerrás una deuda pendiente que tenías el año pasado?

-Sin lugar a dudas, hacer teatro acá en Buenos Aires es una deuda pendiente que tenía. Esta es una obra que ha ido muy bien en España, que ha hecho debate, mucha comunión con el público, hemos venido muy bien acompañados por las críticas, y posiblemente yo tengo la sensación que es lo mejor que he hecho en mi vida, como actor y desde luego como dramaturgo. Y posiblemente lo que más he disfrutado interpretando.

-Contame un poco cómo es la dupla que emprendieron con Sergio, que vienen trabajando hace mucho en cine, teatro, todo…

-Sergio es muy responsable de todo esto también. Nosotros nos conocíamos muy poco cuando yo le invito a dirigir un espectáculo que ya había escrito que se llamaba Un trozo invisible de este mundo, una obra sobre el exilio y la inmigración. Habíamos coincidido en casa de un amigo común, pero poco más. Yo, por supuesto, lo conocía como actor y había visto su teatro como director. Yo soy un tipo con una personalidad muy intensa, muy serio. Su teatro es muy divertido, muy juguetón, muy lúdico. Él es un tipo muy lúdico. Y en su momento pensé, quizá estaría bien una mirada desde un lugar que yo no voy a saber mirar. Esa fue mi apuesta y nos encontramos, su dirección fue maravillosa. Y no solo eso, sino que nos convertimos en muy, muy amigos. Nacemos el mismo año, somos de la misma generación, tenemos un montón de cosas comunes, compartimos una visión del mundo. Y a la vez unas personalidades muy distintas que creo que eso es lo que nos hace entendernos tan bien. En este caso, yo tenía claro que lo tenía que dirigir él y un día quedamos en un café que está a medio camino entre su casa y la mía. Vivimos cerca y le conté la historia, le dije, tengo esta idea para hacer esta obra. Y me dijo, maravilloso, yo la dirijo. Me acuerdo que yo le contaba, es una obra para dos actores y él me dijo, es un monólogo. Yo dije, no, y me puse a escribir y fue pasando el tiempo, le fui mostrando versiones siempre con dos actores, él me decía, está muy bien, pero es un monólogo. Y él me iba dando aporte, o sea, en todo el proceso de construcción estuvo muy vinculado. Y ya al final, como dos años y medio entrados en la cosa, casi tres, él me seguía insistiendo en que era un monólogo o un monólogo, y yo dije, mira, vamos a hacer una cosa, voy a hacer una versión en monólogo, para que veas que no funciona, y así te quedas tranquilo. Hice la versión en un monólogo y me di cuenta que él tenía razón, como siempre. La obra era un monólogo, funcionaba, todo tenía de repente cobrado sentido. Pero a ese nivel es el entendimiento. O sea, yo le tengo mucha, mucha fe. Sé que siempre va a tener una mirada de cosas que yo no voy a saber ver, y él tiene mucha fe a los textos que yo escribo. De hecho, tenemos un proyecto ahora siguiente de una obra de teatro que yo solo voy a escribir, pero que él va a dirigir. Nos entendemos…

-A la distancia ahora, ¿cómo están trabajando? ¿también adaptándolo a esta sala?

-Bueno, la obra la creamos un poco en la distancia porque nos tocó plena pandemia. Y los primeros ensayos fueron lectura por Zoom. O sea, todo el primer trabajo así en serio fue un poco así. Y después, cuando él vino a España a ensayar, porque él vive habitualmente en Los Ángeles,  al poco tiempo le agarró COVID, con lo cual tuvo que estar confinado y hubo muchos ensayos, la puesta de luces, todo, fue online, o sea que realmente estamos habituados a ese trabajo, no vivimos normalmente en la misma ciudad, estamos acostumbrados a las fotos, él ve los vídeos de cómo es el escenario, las correcciones que hay que hacer y le grabamos el ensayo general y siempre da un montón de notas. El día del estreno de esta función, estábamos en Vitoria, en el Norte de España e hicimos el video y a la mañana siguiente amanecí con 190 mensajes de audio, me iba dando notas cortitas para que pudiera individualizarlas pues en el minuto tal, mírate el video porque yo creo que en el minuto tal muchas eran imposibles pero otras eran posible.

-¿Qué te lleva también a seguir trabajando sobre la memoria? Digo, puede ser una producción hollywoodense, como Escuadrón Suicida, donde fuiste un dictador o justamente, ahora, en un proyecto propio con el tema de la memoria, de la identidad.

-Hay una parte que si te soy totalmente honesto es absolutamente inconsciente. O sea, yo cuando empecé a escribir esta obra, yo cuando terminé de escribirla estaba muy orgulloso de haber escrito una cosa netamente española. O sea, todo mi teatro anterior está muy vinculado con la Argentina, con el exilio, con la dictadura, con la impunidad, con la impunidad de las contas, del proceso, todo. Y dije, es que no hay nada más español que Federico García Borcamus de por fin escrito una obra netamente, cien por cien española, distinto a todo mi teatro. Y un día Sergio, ya había pasado un tiempo desde que estábamos a punto de empezar a mandar a los teatros información, me dijo escribime siete líneas de qué va la obra, lo que es para ti la obra. Entonces me puse a escribir sin pensar y recién ahí me di cuenta de que había escrito una obra sobre un desaparecido, de que había escrito una obra sobre un hombre que había sido detenido ilegalmente, torturado, fusilado y su cuerpo ha desaparecido. Pero, aunque parezca increíble viendo la obra, no fue una decisión consciente, sino que yo creo que uno tiene sus obsesiones, sus temas, incluso taras, y ronda siempre los mismos temas porque son los temas que uno necesita comunicar. Decía el poeta, Rilke, que si no tienes la imperiosa necesidad de escribir un verso, no lo escribas. Y mi teatro nace de la imperiosa necesidad de contar cosas. No sé si esas cosas que yo necesito expresar van a interesar a alguien. En este caso tuve la suerte de que sí, pero no es una reflexión previa de esto va a gustar. No es un límite el ponerse a pensar esto a gustar o no, es hacerlo y que fluye. Yo tiro lo que necesito explicar, yo escribo lo que necesito escribir. Y después intentas darle una estructura a eso que pueda funcionar, que pueda tener interés y que no aburra. Pero el input, el motor siempre es, yo necesito hablar de esto. Y así salió. Yo claramente necesito seguir hablando de esto.

-Argentina 1985 hace muy poco volvió a poner en la sociedad, sobre todo el tema del Juicio de las juntas militares, se publicaron muchos libros, digo, a partir de eso y las nuevas generaciones conocieron el tema. ¿Viste la película? ¿Qué te pareció?

-A mí me encantó la película. Me parece que coincidí en Madrid, hace poco, con Taty Almeida y le pregunté, ¿viste la película? ¿Qué te parece? La misma pregunta que hemos hecho. Y me dijo, es muy importante que se haya hecho esta película, muy importante. Y esa misma sensación tuve yo al verla. Aparte de que me parece que está muy bien dirigida y muy bien actuada me parece que es muy importante y además que se haya hecho construido como se construyó con un perfil muy de película judicial, reconocemos ese perfil de cine del que yo por cierto soy fan, pero con un final arriba con una estructura muy de cine que puede enganchar a público y creo que para un montón de gente joven, no sé cómo fue recibida aquí, pero me da la sensación de que pone el tema no para la gente que venimos militando en la historia, militando en la memoria, sino para un montón de gente que por ahí lo recibe por primera vez, obviamente en Argentina se conoce la historia, pero refrescarla y verla desde esa mirada nueva me parece que es muy importante. En España fue vista desde otro lugar, pero también fue muy importante. En España la gente decía, ¿cómo es posible que nosotros nunca hayamos tenido un juicio? En España no se ha hecho un solo juicio a un solo represor, después de 40 años de dictadura. Vamos hablando de una dictadura de 40 años, y no ha habido un solo juicio, no ha habido un solo militar inculpado. En España se vio, como se ve el proceso argentino, con mucha envidia. Argentina puede tener muchas cosas, pero es vanguardia mundial en temas de derechos humanos.

-Hace mucho que no filmás en Argentina. Has trabajado con grandes que han recorrido después el mundo. ¿Tenés ganas de trabajar con alguien? ¿Algún nombre que vos digas, bueno, el día de mañana? ¿O no sos de pensar así o sí?

-Bueno, son muchos los nombres. Son muchos los nombres. Creo que el cine argentino vive un momento muy bonito de creatividad. Creo que son muchos los directores y directoras que están haciendo historias maravillosas, que además tienen un reconocimiento internacional en festivales, en premios, que no es tan fácil encontrar países de donde salgan que digas, bueno, sí hay uno. No, hay muchos. Hay muchos y se van renovando. Así que, por supuesto que me haría mucha ilusión. Hay muchos directores y directoras con los que me gustaría trabajar. Este año pasado estuve cerca de poder venir, pero al final no pude cerrar fechas. Pero sí, sí, es una cosa que desde luego me gustaría. Y ahora, volviendo aquí, estando tiempo, de repente se te abre otra vez el apetito. Es como caminar y empezar a oler el asado.

-¿Qué significa para vos volver a Argentina, a Buenos Aires?

-Bueno, vinimos con mucho tiempo porque el principio de este viaje era un viaje familiar que teníamos programado ya desde hace tiempo, con deudas que teníamos pendientes. El poder venir, vinimos toda la familia, literalmente toda la familia, o sea, sus parejas, sus hijos, mi mujer, mi hija. Y queríamos recorrer todos juntos ciertos lugares que son importe a memoria. Construir la historia. Estuvimos en la Escuela de Mecánica de la Armada, donde estuvo mi padre, y estuvimos viendo familia, familia de mi mamá en La Plata, familia de mi papá en Buenos Aires, recorriendo lugares donde habíamos vivido, la casa donde nacimos, haciendo un viaje que sentíamos que era importante que hiciéramos juntos, mi madre con sus hijos, con sus nietos, colocar ciertas piezas que faltaban. La reconstrucción de la memoria tiene eso de que es que a veces necesita tiempos largos para reconstruir el puzzle. Y este era un momento donde podíamos venir todos, donde caía la ficha de que todo cuadrara y vinimos con tanto tiempo precisamente para hacer esa primera parte del viaje. Ahora ya, mi madre se fue y ya entramos en la segunda parte, que es bueno más ver, dar a digerir todo lo que hemos visto, que ha sido muy intenso, y ver amigos y empezar con una promoción.  Y desde luego no quería, tengo muchos amigos aquí, tengo mucha familia aquí, y no quería que una cosa que llevo tanto tiempo anhelando fuera apresurada.

-Mencionabas la memoria, tu historia, en España también está sucediendo, de la apertura de fosas, de la búsqueda de identidad, ¿qué te pasa justamente con este momento que se está viviendo particularmente con el tema de los derechos, el derecho de la identidad, el reconocimiento de personas desaparecidas?

– Precisamente el sentido de esta obra tiene que ver con eso. Yo iba a hacer un recital, yo originalmente iba a hacer un recital, yo iba a agarrar poemas de Lorca y fragmentos de conferencias, de charlas, monólogos, y con eso iba a hacer una pieza. Cuando empecé a leer las distintas biografías, sobre todo la biografía de Ian Gibson, que es para mí la mejor, sentí que había algo en el momento histórico que le tocó vivir a Lorca que tenía ecos muy muy vibrantes en nuestra actualidad, que de alguna manera se replicaba una época, se hacía muy reconocible en nuestro presente. A Lorca le tocó vivir una época de encrucijada, de cambio histórico, los años treinta en España, en Europa. Fueron el huevo de la serpiente del fascismo que empezaba a eclosionar. Y nuestro momento histórico en España, cuando yo escribí la pieza hace cuatro años, empezaba a sonar a eso. Empezaba a sonar a auge del fascismo, de la extrema derecha, del populismo reccionario. Una cosa que estaba como muy olvidada y que de repente brotaba. Y eso se enraiza mucho con la memoria, porque en España es un país que está construido sobre el olvido. La democracia se construye sobre el abandono de decenas de miles de hombres y mujeres que lucharon en su momento por la democracia, por la legalidad vigente y que están olvidados en cunetas repartidas por toda la península. Y no ha habido un trabajo desde el Estado para exhumar esas fuerzas, para recuperar esa memoria y para vincular la identidad tanto individual como colectiva con esa memoria. Yo creo que, fundamentalmente de eso va la obra, que la memoria es una cosa que nos vincula con nuestra propia identidad. Sin memoria no podemos saber quiénes somos, ni como individuos, ni como colectivos. Y la obra nace como una apelación a esa lucha por la memoria y por la identidad, a saber dónde venimos también para identificar las señales, que es muy difícil reconocer las señales cuando no conoces tu historia. Después me di cuenta que no es solamente un fenómeno español, me da la sensación de que el auge de la extrema derecha está sin uso. Quizá algo de eso, creo que haga que la obra también tenga su sentido.

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