Por Rolando Gallego
La nueva película de Manuel Abramovich, Pornomelancolía, llega a los cines con un personaje muy particular como eje, Lalo Santos, una figura que ha hecho de su cuerpo un negocio mientras vive de manera humilde en un México inmenso en donde la nostalgia y la melancolía son parte de la psiquis de sus habitantes. Hablamos con Abramovich para conocer detalles de su propuesta.
¿Cómo conociste a Lalo?
Llegué a Pornomelancolía cuestionándome muchas cosas sobre mí mismo, ciertas preguntas que aparecieron en los últimos años sobre mi propia masculinidad en crisis. Investigando la masculinidad como un personaje impuesto: la idea de “ser un hombre”, como un guión que seguimos desde que nacemos para encajar con las expectativas del sistema: un personaje que tiene que ser fuerte y no tener sentimientos. Investigando en las redes sociales, llegué a Lalo Santos: se definía como “exhibicionista”, y tenía más de cien mil seguidores. Lalo es una persona muy sensible, extremadamente brillante y creativa, y me parecía fascinante cómo jugaba con ese personaje de macho mexicano que él había creado a partir de sí mismo en las redes sociales. Me parece genial cómo es consciente de los personajes que crea en las redes sociales, como si supiera exactamente lo que funciona para su audiencia virtual de miles de seguidores.
En mi primer viaje a México, nos encontramos en un café y le propuse hacer una película juntos. No se trataría de un documental sobre él. Sería una película que combinaría ciertos elementos de su historia y de su vida, con otros elementos de ficción y de puesta en escena. Por eso iba a ser difícil de clasificar entre esos dos polos binarios. Cuando lo conocí personalmente, sentí mucha admiración por su mirada crítica del mundo, por su humor y apertura a compartir su intimidad, algo que justamente a mí me resultaba difícil en ese momento. Le propuse construir un personaje muy parecido a sí mismo, y en línea con mis otros trabajos, una invitación a reflexionar a través de la película sobre los distintos personajes que interpreta(mos).
¿Por qué decidiste hacer una película sobre él?
Pornomelancolía no es una película sobre Lalo Santos. Es una película construida con él. Parto de la idea de que el cine es una gran construcción: uno de los puntos centrales en mis trabajos es reflexionar sobre los personajes que construimos para poder (sobre)vivir en sociedad, en familia, en sistemas. Por eso elijo trabajar con personas reales e invitarlas a convertirse en personajes. Creo que el cine como una herramienta de transformación para las personas, tanto delante como detrás de cámara. Elegí trabajar con Lalo porque lo admiro, porque me interesa su forma de ver el mundo, sus ironía y su humor para criticar el sistema perverso en el que vivimos, y que con muchas cosas que tenemos en común, nos hacen sufrir a ambos. Juntos durante el proceso, fuimos conversando sobre muchos temas que consideramos importantes abordar en la película y transformándolos en escenas: el uso del cuerpo y del capital erótico como fuente de ingresos, la identidad nacional, la explotación de los cuerpos, el racismo, el VIH, la depresión, el sexo, la soledad, la intimidad en la era virtual, el trabajo en el mundo contemporáneo, entre otros.
Combinando elementos más propios del documental, junto con otros más cercanos a la ficción. Tanto Lalo, como los otros actores, o incluso el director de la película de Zapata dentro del film, viven con un grado de ficción muy alto en sus vidas: viven actuando, poniendo en escena sus cuerpos y su sexualidad. Por esto, me interesaba conocer el abanico de los diferentes personajes que cada uno interpretaba en su vida e invitarlos a usar la película como un espacio de exploración de sí mismos.
En Blueboy, ya habías explorado el mundo de la prostitución, ahora te metés con el porno ¿qué te atrae del universo “sexo”, por decirlo de alguna manera, para desarrollar proyectos?
Pornomelancolía no es una película sobre la pornografía, es una película sobre cómo nos enfrentamos a la mirada de los demás. En la película, el porno casi siempre está fuera de campo. Es más bien un contexto, un escenario para hablar de los personajes que creamos de nosotros mismos y cómo lidiamos con la mirada de los otros en la era digital.
Mis películas atraviesan temas que resultan incómodos porque la sociedad suele evitar hablar de ellos. La sexualidad es algo que atraviesa a todas las personas y resulta curioso que siga siendo un tabú.
En relación al trabajo sexual, mi trabajo tiene una postura clara de visibilización y de reivindicación del mismo, a pesar de que sea aún un tema tabú para muchas personas. Sin embargo, cada vez hay menos pudor para hablar de sexo, y resulta menos complejo acceder a esas representaciones ya que la sexualidad también ha invadido las redes sociales.
La pornografía tiene un grado de ficción muy alto y era el contexto perfecto para poner en evidencia los personajes que creamos y nuestras autoficciones para cumplir nuestras fantasías o incluso las de otros.
Me parecía fascinante pensar la relación entre masculinidad, puesta en escena, y trabajo. Pensar en la intimidad en esta era virtual, donde la imagen que proyectamos de nosotros mismos se convierte constantemente en un show para otros. ¿Qué pasaría si esa masculinidad fuera usada como fuente de ingresos? ¿Qué se siente al convertir el propio cuerpo en fantasías para otros? ¿Cómo es poner en escena el propio deseo?
La melancolía es un concepto que está presente en tus películas, melancolía de algo que ya no es, de otra época, de un rodaje que se termina, de lo vacío a la hora de terminar de tener sexo, y ahora de un sujeto que busca su lugar aún dudando de sus pasos ¿por qué está tan presente esta idea en tu obra?
Creo que esa melancolía pervive un poco dentro de cada una de las personas que cuestionan el mundo en el que vivimos porque no se conforman a simplemente adaptarse a él. Y lo que han perdido es ese apego con este mundo que es cada día más hostil y que parece caerse a pedazos. Por eso creo que en la melancolía hay un potencial político, un no encajar que puede ser una posición a rescatar y desde la cual pensar el mundo en el que vivimos.
Vivimos en un sistema tan perverso, que nos hace creer que somos libres porque podemos consumir, comunicarnos, mostrarnos, generar avatares de nosotros mismos. Vivimos poniendo en escena nuestras vidas a través de las redes sociales, convirtiéndolas en ficción para un público virtual que a través de likes nos hace sentir menos solos. Por eso, siento la responsabilidad y la urgencia de colaborar con personas, para proponer y generar alianzas, y construir juntos voces y representaciones críticas desde la disidencia.
Antes de presentar la película Lalo realiza una denuncia por redes, y decide no acompañar el estreno mundial ¿en qué sentido te impactó esto?¿crees que la película lo hizo repensar su propia realidad? ¿Cuánto tiempo estuviste rodando y cómo fue acompañar a Lalo en su día a día?
Trabajar con personas es siempre un proceso delicado. Creo en el cine como un proceso de transformación. Soy consciente y testigo de la entrega y el riesgo que implica un proceso como Pornomelancolía. Abrirse frente a una cámara y un equipo, es muy delicado y complejo. Son procesos que sólo pueden darse a través de la confianza, el cuidado y la comunicación. Imaginar que la película está a punto de mostrarse al mundo puede generar muchos miedos, contradicciones y expectativas. Pornomelancolía es una película construida con él, a partir de una mirada que siempre estuvo guiada por el amor y el cuidado. Hoy, su percepción de la película es diferente. Y por supuesto que es válida. Las redes siempre fueron su espacio de expresión de ideas y sentimientos. En lo personal, me siento triste de que haya decidido no acompañar las proyecciones y participar de un debate real, de un diálogo con el público, incluso sobre lo que él está sintiendo después del estreno. Sin embargo, hicimos la película juntos en un proceso de casi cuatro años que sólo fue posible gracias a la complicidad y la confianza que tuvo conmigo y con todo el equipo. En lo personal, estoy intentando acompañarlo en su proceso personal y preguntandome qué cosas podrían hacerse de otra forma en una próxima experiencia.
Tras pasar por varios festivales, ahora la película llega a las salas ¿expectativas?
Me emociona imaginar el encuentro con el público. Creo que las películas sólo se completan al encontrarse con un espectador. Me interesa pensar el cine como un diálogo. Una invitación abierta, como un juego, donde aparecen muchas preguntas o pistas que el espectador tiene que activar y que quedan rebotando en su cabeza, quizás aún sin respuestas. Pienso en hacer películas que generan preguntas más que respuestas.
¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto?
Estoy trabajando en un nuevo proyecto que filmaré en los próximos meses en Buenos Aires, e investigando y escribiendo otro para filmar el año siguiente.