Tiempo de lectura: 3 minutos

Por Marcelo Cafferata

Michael Showalter tiene una amplia trayectoria detrás de las cámaras, tanto para el cine “Mi nombre es Doris” con Sally Field, “Un amor inseparable / The Big sick”, como también para las plataformas con sus series “The shrink next door”, algunos capítulos de “Grace and Frankie” y “Love”. En esta ocasión asume una propuesta diferente para su carrera con el clásico formato de biopic, para contar la historia de la famosa pareja de telepredicadores Jim Bakker y Tammy Faye quienes hicieron furor con su programa en la televisión norteamericana a partir de 1974 y por más de una década.

En “LOS OJOS DE TAMMY FAYE” Showalter privilegia un guion sin sorpresas ni intentos narrativos novedosos. Elige tomar el formato clásico y narra casi cronológicamente la historia de ascenso y caída de esta pareja que comenzó colaborando para un canal cristiano y revolucionó a la audiencia con su manera de evangelización con títeres para ganar al público infantil y a las familias.

En sólo dos años su popularidad creció de forma tal que en 1976 tuvieron su propio programa de entrevistas al estilo late night show y rápidamente fundaron su la PTL Satellite Network y llegaron  a crear un parque temático propio.

Pero al mismo tiempo que cuentan la vida de este matrimonio de predicadores a cargo de Andrew Garfield y Jessica Chastain, la película sirve para correr el velo sobre lo que se esconde detrás de las cadenas de televisión, la iglesia, los negociados, la popularidad y el poder, al mismo tiempo que pone al desnudo el interior de la pareja que socialmente se mostraba de una manera –e intentando ser un ejemplo para sus fieles, un amor sin fisuras-, pero cuya intimidad era mucho más compleja y con varios puntos oscuros.

LOS OJOS DE TAMMY FAYE” ficcionaliza lo que en el año 2000 había sido un documental que lleva el mismo nombre, dirigido por Fenton Bailey y Randy Barbato quienes ahora son los guionistas del filme de Showalter.

La película inicia con la preparación de Tammy Faye para enfrentarse a las cámaras en un nuevo reportaje. De allí viajamos mediante un largo flashback a las imágenes de su niñez en donde ya se la describe como a una niña  que quería desafiar las reglas y los mandatos, y ocupar un lugar diferente al que parecía estar destinada como hija bastarda en una familia con un fuerte apego a la religión, un espacio que le era negado sistemáticamente.

Apenas conozca a Jim Bakker el vínculo será absolutamente inseparable y ese amor también será otra manifestación de su rebeldía cuando sus padres lo conozcan, una vez que ya estaban casados. Su figura fue tomando fuerza en la Iglesia mientras crece tanto en lo profesional como en lo económico.

Ella es un pez  entre tiburones, tiene la astucia y la estrategia para no quedar eclipsada por su marido: ella misma se convierte en una gran estrella, a la que todos identificaban por sus canciones y su inconfundible tono de voz.

Tammy Faye logra un espacio que no parecía destinado a las mujeres y redobla la apuesta cuando elige tocar temas fuertemente censurados por la Iglesia, la religión y la sociedad misma, como aquel famoso reportaje en vivo a un activista gay que habló sobre SIDA en plenos ’80. Luego devendrán denuncias de estafas, drogas, abuso sexual y fraude, que, junto con las excentricidades económicas de la pareja, provocaron la pérdida de poder dentro de la élite religiosa y que su matrimonio entrara en una profunda crisis.

Para componer a esta mujer empoderada, que visibilizó a los grupos más vulnerables y que contaba con una libertad de pensamiento inusual para su contexto, el director cuenta con Jessica Chastain que hace un tour de forcé formidable y puede jugar al límite sin caer en la caricatura del personaje. Por este papel Chastain ya ha obtenido su tercera nominación al Oscar y ganó la Concha de Plata en el pasado festival de San Sebastián, además de numerosos premios y nominaciones en diversos festivales.

La composición de Chastain es realmente magnética, completamente poseída por el espíritu de su personaje y logra generar, además, una excelente química con Andrew Garfield, ambos consolidando sus carreras y mostrando dos trabajos realmente notables, sin los cuales, la película sería indudablemente otra.

Sin ellos, “LOS OJOS DE TAMMY FAYE” no hubiese sido más que un biopic televisivo, pero justamente sus composiciones elevan el nivel general y si bien desde la puesta se podrían haber asumido algunos riesgos narrativos para no responder a una estructura tan de “catálogo”,  el filme abre la posibilidad de un pequeño debate sobre temas relacionados con la religión, que aún hoy, siguen siendo controversiales. 

PIR QUE SI:

» La película sirve para correr el velo sobre lo que se esconde detrás de las cadenas de televisión «

Compartir en: