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Por Marcelo Cafferata

El nuevo trabajo de Marcelo Goyeneche (“Las enfermeras de Perón” “Por amor al arte”) hace foco en los hechos ocurridos el 5 de octubre de 2010 en Lanús.

Aquella madrugada, mientras se dirige a su trabajo en el Aeroparque, Alejandro Bordón sube al mismo colectivo que tomaba todos los días pero éste será un día completamente diferente. Un policía de civil sube al colectivo detrás de él, lo golpea e inmediatamente lo arresta. Como si se estuviese tratando de una pesadilla de la que incomprensible Bordón no puede salir, a los pocos minutos se encontrará arrestado y responsabilizado por el crimen de Juan Alberto Núñez.

Núñez, colectivero de la Línea 524,  había sido asesinado apenas unos minutos antes (baleado a quemarropa). Lo que en un primer momento en todos los medios fue presentado como un caso más de inseguridad –a pesar de que a la víctima se la encontró con absolutamente todas sus pertenencias-, fue mutando a medida que las fuerzas policiales bonaerenses aportaron más elementos a la causa.

La incompatibilidad de los hechos con las pruebas, la falta de cohesión de los relatos –entre los que se ha incluido la teoría de un crimen pasional acusando a la mujer de Bordón de haber sido amante de Núñez- y las desprolijidades con las que se presentó el incidente, hicieron que poco a poco se demostrase que el caso estaba totalmente armado por la propia policía.

Es así como Alejandro Bordón permaneció un año y ocho meses en prisión (primero en una comisaría y luego fue transferido a Sierra Chica y otras unidades carcelarias) sin haber tenido la más mínima implicancia en este crimen, siendo absolutamente inocente. De esta manera, se dejó libre al verdadero asesino, que la policía jamás se preocupó por encontrar porque ya había podido identificar un “chivo expiatorio” que permitiera poner rostro a un culpable y con esto demostrar acciones contra la inseguridad imperante en la zona y la seguidilla de asesinatos de choferes del conurbano.

Si bien Marcelo Goyeneche podría haber optado por una narración clásica y volcarse al estilo periodístico que le sienta bien a este tipo de documentales basados en hechos policiales reales, apuesta por una deconstrucción totalmente inesperada dentro del género y opta por reversionar la típica voz en off, logrando un efecto enriquecedor para esta propuesta diferente.

El narrador se personifica, se mete en la escena, interactúa con el protagonista, opina, toma partido, relata, comenta, es observador y parte. Goyeneche logra un potente efecto de teatralidad en su puesta que genera ese doble juego de realidad / ficción, documental / representación, que hace que “EL LARGO VIAJE DE ALEJANDRO BORDÓN” se articule no sólo desde el trabajo documental sino también persiguiendo la búsqueda de una estética y una narrativa que se aleja de los lugares comunes.

Así como la propia policía montó su versión del relato dentro de este escenario, Goyeneche reconstruye con la potencia de los testimonios de los mismos protagonistas (el relato de Alejandro Bordón y su pareja es, por momentos, sumamente conmovedor) una nueva versión de la historia, la verdadera versión de esta historia.

La presencia de Jorge Prado como ese relator que interactúa con los sucesos que se vuelven a representar frente a un Bordón ficcional (a cargo de Diego Cremonesi) y que hace espejo con el Bordón real, es fundamental para que la búsqueda de una narrativa diferente, finalmente funcione.

Otra de las figuras fundamentales dentro de esta historia es Eduardo Soares, el abogado que se involucró fuertemente con el expediente de Bordón y que, contra todos los pronósticos –un abogado anterior según relata Bordón, le había hecho tomar decisiones en el Expediente que lo perjudicaban seriamente- logró llevar adelante una defensa sin fisuras.

Recortes periodísticos, noticieros de la época y diversos testimonios que pertenecen más al universo del documental tradicional, complementan la propuesta de Goyeneche que toma riesgos tanto narrativos como estéticos y logra un producto diferente para contar una historia en donde era mucho más previsible tomar el camino más estructurado y convencional, y sabiamente lo evita.

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