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Por Rolando Gallego.

A más de 15 años del estreno de “Love Actually”, o “Realmente Amor”, como se la conoció por estas latitudes, muchos siguen eligiéndola como su película favorita de Navidad, pero, qué se esconde tras este clásico de Richard Curtis.

Una historia coral, piezas que comienzan a encajar unas con otras a medida que la trama avanza, “Love Actually” es una de las películas inglesas más taquilleras de la historia, y uno de los films con los que Working Title afianzó su poderío en la temporada de premios.

Tras la afable y simpática fachada con la que se describe a cada uno de los personajes protagónicos, hombres, heterosexuales, blancos (en su mayoría)  con mandatos marcados a fuego, se intenta describir a las protagonistas mujeres con poder de decisión, y, en realidad, pasa todo lo contrario.

Por ahí está el Primer Ministro (Hugh Grant), debatiéndose entre el deber ser y la irrefrenable atracción hacia su “jefa de catering” (Martine McCutcheon), “regordeta”, “grasosa”, como la definen sus compañeros y familia. Por allá un jefe (Alan Rickman), cansado de su mujer (Emma Thompson)  y atraído por su bella compañera de trabajo (Heike Makatsch), una joven, sexy, “caliente, que lo inspira a comprar un collar con forma de corazón.

En otro lado, dos amigos (Andrew Lincoln, Chiwetel Eijofor), debatiéndose por una bella mujer, aunque en un primer momento no sabemos si ellos dos también se atraen, o esa es la intención del arranque, la confusión. Hay un joven (Kris Marshall) que quiere vivir ajetreo sexual en América, donde se satisfacerá con no una, sino tres mujeres, estereotipos féminos de Hooter.

Un viudo reciente (Liam Neeson) que debe superar la pérdida imaginando un futuro posible junto a Claudia Schiffer, un músico (Bill Nighy)  que se replanteará sus años de locura , dos actores porno (Martin Freeman, Joanna Page) que quieren trascender en sus relaciones.

Más acá un hombre (Colin Firth) que descubre que su mujer (January Jones) lo engaña con su hermano, por lo que decidirá ir por una portuguesa (Lucia Moniz) a quien recientemente conoció, y una mujer (Laura Linney) que se desvive por su compañero de trabajo (Rodrigo Santoro), pero debe cuidar de su hermano.

Entre todos estos personajes, hombres que buscan mujeres, “Love Actually” reproduce la mirada patriarcal más básica, la del cavernícola tironeando de los cabellos a su pareja y cambiando figuritas de acuerdo a sus intereses.

No hay mujeres en la película que se permitan desear, y a las que lo hacen, como Natalia (McCutcheon), se la presenta como alguien por fuera del canon y con una mirada desplaciente sobre su cuerpo, y de hecho, ante un suceso que no se revelará aquí, el personaje de Grant, pese a sentirse atraído, la expulsa de su círculo laboral.

Las mujeres en “Love Actually” son adornos, son objetos de pulsiones, pero nunca se las deja soñar, desear, amar, buscar su libertad. Son mujeres atadas a los deseos masculinos, al poder del macho sobre el resto, de hecho no hay un solo personaje femenino con poder de decisión y elevado en escala jerárquica.

Los personajes no tienen sexo, hay besos, tímidos, otros reprochados, no hay labios buscándose apasionados, el deseo de los personajes está por otro lado y el único que tiene sexo, es en un trío. ¿Es realmente así el amor?

Inicio y cierre en un aeropuerto, un no lugar, para dar más sensación de universalidad, todos abrazándose, a más de 15 años de su estreno habría que preguntarse qué pasó por la cabeza de Curtis, más allá de la fórmula y los estereotipos, para crear este relato que aun hoy se lo sigue celebrando tanto por hombres como por mujeres, a pesar de la agenda feminista actual y las pocas conquistas.

Una película que se propone como “good feelin movies” pero que en este cinéfilo sólo ha provocado ira, aburrimiento y, más que nunca, la sensación que si seguimos avalando discursos cinematográficos patriarcales tan subrayados, misóginos y con una mirada peyorativa sobre la mujer, estamos perdiendo.

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