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Por Marcelo Cafferata

La nueva película del realizador Rodrigo Fernández Engler (cuya ópera prima ha sido “Soldado Argentino sólo conocido por Dios”) propone, ya desde su título un juego de traiciones, dobles morales y falta de códigos, enmarcados dentro de una tradicional empresa familiar manejada por un padre y sus dos hijos.

Con un inicio al que se lo puede vincular con algunos toques de “Succession” – salvando las distancias-, seguiremos al protagonista, Máximo Ferradas (Mariano Martínez), en un viaje de negocios en donde se decidirá la venta del paquete accionario de la empresa familiar a un grupo de inversores extranjeros. Como todo emprendimiento familiar, quedará entramado con lo vincular y saca rápidamente a la luz las tensiones que tiene con su hermano (Sergio Surraco). Luego de operar su jugada, Máximo le pedirá a su padre (Jorge Marrale) la parte de la herencia que le corresponde.

Este será su primer movimiento para alejarse de las imposiciones familiares y comenzar a construir su destino y su propio imperio, alejando del clan familiar. Se instalará en la Patagonia, en el pueblo pesquero de Perla del Mar (antes llamado Penitentes, cuyo nombre original tendrá más que ver con la historia de redención que encierra el relato) donde finalmente conoce a Caviedes (un gran trabajo de Arturo Puig), el gestor de negocios y apoderado que había intervenido en la venta de la empresa familiar a los americanos.

De alguna manera, la figura de Caviedes lo deslumbra, ya sea por sus contactos con el poder, por el ascenso social que a primera vista le representa o por las diversas posibilidades de negocios que aparecen rápidamente sin ningún tipo de barreras ni escrúpulos, lo que facilitará su objetivo de ocupar un cargo en un ministerio y desde allí digitar las modificaciones de la ley de pesca que tendrá un gran impacto para la zona.

Al adentrarse en esta contienda interna del pueblo de los pescadores, algunas reglas de la política comienzan a entrar en juego y complican la situación de Máximo, que parece empeorar a cada paso. Es así como se genera el típico espiral descendente del protagonista, donde comienza a ser artífice de su propio infierno personal a medida que se vaya alejando de los mandatos familiares, como una especie de castigo divino o compensación por su absoluta falta de lealtad.

Mucho de lo que sucede en “YO, TRAIDOR” cumple no sólo con una estructura típica vinculada con la parábola del hijo pródigo sino que, con algunas pequeñas diferencias y adaptaciones, también se relaciona con la construcción del típico camino del héroe al que va siguiendo respetuosamente en todos sus pasos principales.  Aparecerá entonces la aventura, los aliados, los enemigos, las pruebas, la aparición del elemento romántico (con un muy buen trabajo de Mercedes Lambre) y la llegada a lo más profundo, para después emprender el regreso e intentar su propia “resurrección” y generar el tan ansiado conocimiento.

La película logra tomar un mayor vuelo sobre el tercer acto a partir de que, literalmente, un chiquero conduzca la historia a su parte más animal, más visceral, momento en el que el protagonista logre tocar fondo y el guion pueda asentar la historia, dejar de dar permanentes giros escalando esa ambición desmedida, y se enfoque en el mensaje central que quiere transmitir.

Para Mariano Martínez, sin dudas, ésta es una excelente posibilidad de destacarse en un protagónico diferente, pero la complejidad que requiere su Máximo, lo encuentra en algunos tramos sin poder tocar el alma de su personaje y hace que la composición luzca superficial y exterior. De todos modos, tiene momentos muy logrados y el resultado se fortalece más aún con el elenco que lo acompaña donde todos los roles secundarios están muy bien cubiertos. Arturo Puig vuelve a componer un villano temible (tan alejado de su bondad televisiva) junto a Jorge Marrale, Sergio Surraco y Osvaldo Santoro que despliegan todo su oficio.

YO, TRAIDOR” logra fortalecerse entonces en su parte final, que es la que logra un mayor impacto y la que aparece como más sólida –con algunos mensajes sobre la paternidad, el sentido de la pertenencia y una parábola muy interesante que establece con la figura del rio, su corriente y su cauce- que imprimen un toque poético, acompañado de imágenes más luminosas que se contraponen con la Patagonia gris en donde se desarrolla la parte más oscura del devenir de Máximo.

POR QUE SI:

«Elenco donde todos los roles secundarios están muy bien cubiertos «

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