Por Marcelo Cafferata
El unipersonal ha sido uno de los vehículos más potentes para trabajar un buen texto a través de actuaciones que requieren un compromiso especial de parte de la actriz o el actor protagonista. Pero en muchos otros casos, ha sido elegido como opción para montar una puesta que pueda realizarse con bajo presupuesto y que, inclusive, sea autogestionable.
Con lo cual, últimamente el unipersonal ha virado en muchos casos a algo más emparentado con el stand up y el humor, los textos más volcados a una experiencia puntual narrada en primera persona ligados a recuerdos familiares/personales con toques autobiográficos o también utilizado en opciones de teatro semimontado.
Lo que se agradece enormemente de «El Brote», propuesta de Emiliano Dionisi es que vuelve a la verdadera fuente del unipersonal y a poner en valor el género. Un texto maravilloso, la entrega completa de un actor para dar cuerpo a todos los personajes de una historia y una narrativa teatral compleja que se construye orgánicamente con la propuesta y no queda en la simple declamación de un texto virtuoso.
Junto con Roberto Peloni presentan “El Brote”, uno de los mejores espectáculos en la cartelera actual donde no solamente se conjuga una dramaturgia exquisita que va buscando las palabras apropiadas y demostrando un trabajo de elaboración profunda junto al trabajo titánico de Peloni sino que al mismo tiempo permite sumar un mensaje, que puede ser disfrutado en varias capas de lectura.
Asi como recientemente en “Algo de Ricardo” de Gabriel Calderón con Osmar Núñez, planteaba el revés de la trama dentro del oficio del actor y el momento dentro de una compañía donde llega ese gran papel tan esperado con muchísimo humor e ironía para poder instalar además una alegoría a la política y el poder, “El Brote” también habla de lo que le sucede a un actor de una compañía de teatro que compone grandes clásicos y que espera, agazapado, poder demostrar todo su potencial y poder imponerse a los compañeros mediocres y que no logran comprometerse en la piel de los personajes como él cree hacerlo.
Desde ese puntapié inicial, el texto de Dionisi va buceando cada vez en capas más profundas, sobre todo cuando este actor que cree estar completamente subvalorado en su propio equipo, comience a confundir algunos límites entre realidad y ficción y quede completamente tomado por sus propias criaturas en escena, tratando de entender sus motivaciones, sus impulsos, qué es lo que mueve a cada personaje dentro del texto y cuál es el sentido.
Un actor, además, interactuando dentro de un elenco, de una compañía itinerante que necesita preparar varios montajes al mismo tiempo y que exige un desdoblamiento tal que mientras un lunes se hace Shakespeare, un martes recitan Lorca, pasamos por los clásicos españoles de Lope de Vega o Calderón hasta saltar con total naturalidad a la Antígona de Sófocles.
El extremo talento que Peloni despliega en escena, hace que las exigencias y la complejidad del texto de Dionisi sean sólo el vehículo ideal para que él, al mismo tiempo que cuenta con detalles algunos ensayos y algunas anécdotas en escena y describe con exactitud las luces y sombras de cada uno de sus compañeros de elenco, pueda demostrar su talento para acceder a un papel más importante dentro de la compañía, y lo demuestra con creces recreando algunos fragmentos más impactantes de los clásicos del teatro (siendo el más notable el de Segismundo con su famoso monólogo de “La Vida es sueño” de Calderón de la Barca).
Otra de las tantas capas de lectura es el tema del desequilibrio, de la vulnerabilidad psíquica, de esa locura que aparece en forma de brote en una de sus representaciones, como momento bisagra dentro de su trayectoria en la compañía. Ese mismo quiebre que luego estigmatiza y difícilmente pueda ser arrancado de su propia piel donde queda grabado a fuego. ¿Cómo lidiar con la locura? ¿Hay vuelta atrás? ¿Podemos integrar esos momentos límites, de desborde, verlos y aceptarlos tanto en nosotros como en el otro?.
Con algunos pocos elementos conformados por unas sillas, algunas luces y un telón incorporado a la escenografía de Micaela Sleigh, Roberto Peloni muta con una enorme facilidad y una ductilidad sorprendente. Volviendo al verdadero eje del unipersonal, tiene la capacidad de transformarse en cada uno de sus compañeros de elenco para contar su derrotero personal, describir con exactitud las situaciones que aparecen planteadas y paladear un texto complejísimo de una forma armónica y con una cadencia perfecta en cada uno de sus tramos.
El teatro hablando del mundo del teatro, un actor tejiendo al mismo tiempo ficción y realidad e intentando confundir ambas en pos de generar un metalenguaje único y referencial que se entreteje asombrosamente dentro de la dramaturgia junto con tantas otras alegoría del ego, las personalidades, la lucha de poderes, el ser elegido versus el rechazo y el borde entre la razón y la locura.
Esta nueva creación de la Compañía Criolla (“Recuerdos a la hora de la siesta” “Cyrano de más acá” “Los Monstruos”) vuelve a ratificarla como un equipo de excelencia y en este caso, pone en valor una vez más el trabajo de un actor como Roberto Peloni que tiene la capacidad de brillar y sorprender en musicales como lo hizo en “Shrek” “La parca” “The Rocky Horror Show” “Camarera” o “Regreso en Patagonia”, en infantiles como “Alicia en Frikiland” “Objetos Maravillosos” “Huesito Caracú” o entregarse por completo a esta experiencia absolutamente única e imperdible, pasando en un poco más de una hora, por todos los registros cumpliendo con creces este gran desafío.
“EL BROTE”
Dramaturgia y dirección: Emiliano Dionisi
Con Roberto Peloni
TEATRO DEL PUEBLO – Lavalle 3636 – Lunes 21 horas