Por Marcelo Cafferata
LA MEMORIA INFINITA
de Maite Alberdi
Trayectorias
Siguiendo una coherente marca de autor nuevamente Maite Alberdi construye un documental que pulsa las emociones más potentes con “LA MEMORIA INFINITA”, volviendo –ya desde otro lugar- a los temas que la preocupan y que fueron la base de su filmografía como “La Once” “Los niños” y la más reciente “El Agente Topo” por la que fue nominada al Oscar. Premiada en el Festival de Sundance, ahora es la gran oportunidad de verla en el BAFICI y, apenas a pocos minutos de comenzar, nos damos cuenta que hemos encontrado a una de esas perlitas absolutamente imperdibles del Festival.
La narrativa de Alberdi, como ya es su costumbre, puede leerse desde alguna de las múltiples capas desde las que está narrado. En principio, cuenta la historia de amor de la ex ministra de las Cultura y también actriz Paulina Urrutia con el periodista Augusto Góngora. Un vínculo de más de veinte años que sufrió un fuerte cambio a partir de que Augusto fuera diagnosticado con Alzheimer, una situación completamente paradojal –y allí comienzan a aparecer las otras capas desde donde Alberdi nos invita a “leer” su documental- dado que en su actividad frente a la televisión pública de Chile, Góngora ha sido uno de los principales comunicadores que ha mantenido la memoria viva de este Chile que ha sufrido también un fuerte proceso dictatorial en el que quedan enmarcados diversos reclamos sociales, altos índices de pobreza y en el que también ha operado el terrorismo de Estado.
Paulina pasa a ser su cuidadora de tiempo completo, pero también su cable a tierra para recomponer y fortalecer, día a día, esos recuerdos compartidos y los fragmentos de su vida que parecen evanescerse cotidianamente. Si bien muchas de las escenas son una declaración de amor de una dulzura extrema –Góngora es como un niño que necesita de los mimos y atenciones permanentes de Paulina y las celebra con su risa fresca y su buen humor-, un cine con sentimientos a flor de piel, Alberdi ingeniosamente desde su guion y con la ayuda de la impecable edición de Carolina Siraqyan, también se permite mostrar los momentos más oscuros y complejos de la enfermedad.
Como es ya un sello dentro de su cine, no utiliza los golpes bajos ni las sentencias declamatorias, todo transcurre naturalmente frente al ojo de su cámara con su mirada comprometida para registrarlo todo, mostrando todas las facetas que Paulina y Augusto atraviesan juntos. Del mismo modo que expone diversas aristas de este vínculo, se permite volver sobre las diferentes formas que puede tomar el pasado: recorriendo desde la historia de Chile de estos últimos 20 años –un must en su filmografía- hasta atravesar la propia historia familiar, registrada en algunos videos caseros donde las filmaciones dan cuenta del inicio de la relación, del vínculo con sus hijos e inclusive volviendo sobre archivos periodísticos para mostrarlo a Augusto en su esplendor profesional.
Reconstruir la memoria y los recuerdos es una tarea cotidiana que Paulina desempeña con un amor incondicional. Pero en el cine de Alberdi subyace la idea de que esta memoria colectiva es de trabajo cotidiano individual y que es el tesoro que por nada del mundo debemos perder. Una memoria personal, colectiva, global, infinita –como reza desde su título- a la que todos abonamos, cuidándola desde el espacio de cada uno.