Por Marcelo Cafferata
Hernán Gaffet, un director que ya ha filmado documentales con diversas temáticas como “Oscar Alemán, vida con swing” o “Argentina Beat” elige en este caso, construir a través de la historia de su propio padre, un homenaje a la pasión por el cine, a los amantes del séptimo arte, a la historia familiar y de algún modo volver a recorrer este vínculo filial que el mismo cine había ·”dañado” indirectamente.
Néstor Gaffet, su padre, ha sido un pionero, un visionario que luchó incansablemente contra el flagelo de la censura, intentando acercarle al público porteño, todo el nuevo cine que florecía y explotaba en la década de los ´60 con movimientos rupturistas como la nouvelle vague o directores que asomaban en aquel momento y que modificarían indudablemente el significado del cine.
Sólo para mencionar algunos ejemplos, fue quien decidió estrenar “Juventud Divino Tesoro” la primera película de Ingmar Bergman que se proyectó en Buenos Aires, poniendo todos sus ahorros (e inclusive haciendo peligrar el equilibrio económico familiar) para poder distribuir la película en un momento de esplendor de cine, en el que Buenos Aires contaba con más de 200 salas cinematográficas –lo que se ilustra en el documental con fotografías en blanco y negro y filmaciones de la época que nos muestran aquellas grandes salas colmadas de público en los pulman y superpullman- para un público ávido de todas esas nuevas expresiones que estaban surgiendo en aquel momento.
“UN HOMBRE DE CINE” inicia con el derrotero legal que tuvo que transitar Gaffet para poder estrenar el documental “Morir en Madrid” hasta convertirla en una de las películas más vistas en el año de su estreno, dato totalmente inusual tratándose de un género que nunca había logrado un éxito tal en la taquilla.
Gaffet luchó contra la censura, íntimamente vinculada con la Iglesia y su encíclica de ese momento, militando por un cine como instrumento educativo apoyando películas completamente revolucionarias para la época como “El Acorazado Potemkin” (señalada como una gran película de propaganda comunista), “El gran Dictador” hasta el cine de Jacques Tatí, del que se recuerda dentro del documental a “Mi Tío” y promotor de todo el nuevo cine europeo que era una potente corriente de renovación dentro del lenguaje cinematográfico.
Entre el ensayo periodístico, el documental de indagación histórica y un sentido homenaje, Hernán Gaffet expone con además gran nivel de detalle, el vínculo que su padre tuvo con Leopoldo Torres Nilsson (e indirectamente con Beatriz Guido) con quien filmó aquellas películas que logró posicionar al cine nacional dentro del circuito de festivales internacionales –películas que han llegado a competir en Cannes- y que han quedado grabadas dentro de nuestra cinefilia como “La mano en la trampa” “Un guapo del 900” o “Fin de fiesta”.
Apelando a su memoria y al material inédito que va recogiendo en este proceso, a fotografías, recuerdos, afiches, filmaciones, Hernán va vibrando en el mismo tono que su padre, corriéndole cine por las venas y tratando de explicar la pasión con la que su padre desarrolló toda su titánica tarea, quizás al precio de descuidar a su propia familia y a embarcarla en problemas económicos y financieros por las ganas de compartir una nueva producción cinematográfica con el público que la esperaba.
Cineclubes, taquilla, distribución, anécdotas de filmación y reportajes, entre tanto material, van dando cuenta de la lucha por ir en contra de ese movimiento oscuro y nefasto que se había definido como la “profilaxis” y que una figura como la de Néstor Gaffet pudo darle batalla e intentar desarticular cualquier mecanismo de censura, para bien del cine.
El homenaje de Gaffet a su padre es un documento sentido, amoroso, de reconstrucción de un vínculo que necesitaba de esta reparación al mismo tiempo que permite revalorizar una figura no tan conocida para el público en general. Fundamentalmente construye una profunda historia de amor al cine como documento insoslayable para ésta y futuras generaciones.