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Por Marcelo Cafferata

Hay algo de “Hedwig and the angry inch” en la transformación de Diego Detona en Elda en medio de Concordia, que por más que sea una importante ciudad de Entre Ríos, cumple religiosamente con el esquema de “pueblo chico, infierno grande” donde esta transformación no es sencilla ni familiarmente aceptada.

Diego se maquilla con precisión y cuidando cada uno de los detalles, se monta, se vuelve Elda y se sube a un escenario para convertirse en una estrella del rock y del pop con todas las letras.

Nicolás Herzog (“La sombra del Gallo” “Orquesta Roja”) acompaña con su cámara a este personaje binario, con la estructura dual que le es propia al juego que se brinda entre documental y ficción, donde nunca se sabe cuál es línea que los separa.

ELDA Y LOS MONSTRUOS” sintoniza con los tiempos que corren: una mirada contenedora hacia un personaje en búsqueda de la aceptación, de la construcción de su identidad y de un nuevo posicionamiento según su (auto)percepción, acompañándolo –obviamente sin ningun tipo de prejuicios ni tomas de partido- en el difícil proceso de transición, junto a un grupo de amigas: Natalia, Calipso, Anur y Fran.

El grupo es, por supuesto, llamativo, magnético, desbordante. Cuentan sus historias y sus anécdotas amorosas sin ningún tapujo y expresándose con el glam que las caracteriza, logrando que cada una de ellas, como el coro que persigue a Elda, tengan su gran momento (confesional) dentro de la película, luciéndose particularmente Anur y sus cartas de Tarot

Herzog las persigue en plena naturaleza, las acompaña y las retrata con ese espíritu de grupo que la da ese aire tan libre y tan descontracturado donde prima la amistad y sus vínculos cómplices, las sigue en ese viaje interior que están emprendiendo, aún sin ponerlo en palabras como tal.  

ELDA Y LOS MONSTRUOS” no cae en los estereotipos y los muestra en toda su cotidianeidad con un toque sumamente espontáneo que suma a la historia, y que permite una vez más visibilizar esta temática y favorecer un espíritu inclusivo, además de seguir poniendo en pantalla estos ejemplos de lucha dentro de una sociedad patriarcal y opresiva que termina aniquilando a lo diferente como sucede con La Muda (una mujer trans asesinada que ahora entonces es una especie de santa popular) a cuyo altar se dirigen como parte de la aventura.

Herzog aporta ese viento de cambio necesario para estos tiempos de diversidades, de búsquedas, de nuevas identidades y de cambios de conciencia en un sociedad que todavía se resiste, por lo que este cine sigue siendo urgente y necesario.

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