
Por Marcelo Cafferata

En cada festival buscamos casi inconscientemente que aparezcan estas sorpresas, las pequeñas películas que nos alegran el alma y vuelven a reconciliarnos, por un rato, con la potencia que tiene el cine para contar una historia tan sencilla como profunda.
En esta edición del BAFICI, “TELMA, EL CINE Y EL SOLDADO” es una de esas hermosas sorpresas que, además, asombra por su particular sensibilidad narrativa que tiene doble mérito por tratarse de una ópera prima. Su directora, Brenda Taubin es la coordinadora de un taller de cine al que Telma -la protagonista de su película-, acude todos los jueves junto a un grupo de habitués que se dan cita semana a semana.
Es así como Brenda conoce esta historia y decide llevarla a la pantalla grande: Telma es el personaje espontáneo, querible y encantador que todo director de documental ansía encontrar porque cuenta con el carisma perfecto para entrar en la historia con una sonrisa y decidirnos inmediatamente a acompañarla en su camino.
Hoy Telma tiene 74 años y como buena cinéfila, vive su vida con aires de película y, por supuesto, sueña a lo grande. En realidad no es un sueño propio sino que lo que más le importa es poder saldar una cuenta pendiente que Liliana, su hija, todavía no ha resuelto.
En plena guerra de Malvinas, allá por 1982, Liliana envió una carta a un soldado anónimo que le respondió y ese manuscrito quedó como testimonio de un único contacto, habiendo perdido posteriormente el rastro por completo.
Telma y su grupo de amigas serán las heroínas / investigadoras que vayan conectando datos y urdiendo planes para intentar llegar a dar con el paradero de aquel soldado que alguna vez le prometió a Liliana encontrarse con ella a su regreso de las Islas, guitarra en mano, para poder cantar juntos y conocerse.
Pasaron casi cuarenta años y la pregunta que flota en el aire es ¿seguirá vivo? ¿Se acordará de aquella carta? ¿Cómo será su vida hoy? ¿Liliana querrá verse con él aunque a su marido no le seduzca demasiado esa idea de encuentro?
Como mucho humor, ingenuidad y las emociones a flor de piel, Brenda Taubin retrata a Telma y sus amigas en ese intento inocente de una búsqueda compleja, construyendo un relato que logra entrecruzar perfectamente un homenaje a nuestros solados, el paso del tiempo y los caminos que la vida de cada uno ha tomado, la historia familiar y las fuertes motivaciones que todavía impulsan a este grupo de la tercera edad con la vitalidad absolutamente intacta.
Más allá de las vividas a través de la pantalla, Telma ahora transita esta historia real, poderosa y que necesita ser saldada: una historia conmovedora, sensible y que, como enorme plus, está narrada con la calidez y el humor que hace que justamente llegue a nuestros rincones más íntimos y nos cautive. Que en definitiva, es el gran objetivo del buen cine.