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Por Marcelo Cafferata

Estrenada oportunamente en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, “DANUBIO”, el primer trabajo como directora de Agustina Pérez Rial, muestra los entretelones que sucedieron precisamente en ese mismo Festival, durante los tiempos del Gobierno de Onganía.

Después de que durante el gobierno del General Perón se había recuperado esta fiesta del cine marplatense, trayendo delegaciones de países de todo el mundo, para la  9na. Edición y ya en pleno gobierno del General Onganía, el Festival es la manera ideal de generar una “pantalla” para dar una imagen de apertura al exterior mientras que subyacían en el país, una fuerte censura –con la que algunas delegaciones en particular tuvieron que lidiar con sus películas y hasta amenazar con retirarlas de la competencia- y el peso de ciudadanos bajo vigilancia.

En plena época de la Guerra Fría, Onganía dispone todo un operativo de control sobre las delegaciones provenientes de la “cortina de Hierro” con invitados que llegaban desde Europa del Este y se puso especial atención en la delegación rusa que estaba indiscutiblemente vinculada con el fantasma del Partido Comunista.

Pérez Rial construye su documental con la voz en off de una inmigrante rusa, que le da un particular color al relato dotándolo de una intensa verosimilitud. Combinando los informes de inteligencia de la época junto a un copioso material de archivo compuesto por fotos, filmaciones y entrevistas, logra entramarlos junto con los acontecimientos de ese preciso momento (la huelga de actores que sucede en pleno festival, los cuadros y diagramas de flujo creados por el gobierno para implementar el espionaje, fragmentos de las películas mostradas en el Festival) para dar contexto a la Sociedad Cultural Danubio, una sociedad comunista secreta símbolo de la resistencia y objeto de control por parte del aparato estatal.

DANUBIO” presenta un fuerte relato político, con tintes de película de espionaje y film noir,  para poner luz a lo que se escondía en aquel Festival tras el glamour, con un cine Ocean Rex colmado de público e invitados en donde, parafraseando las palabras de Lee Strasberg que trae a colación el propio relato, se vivía como propio lo que por naturaleza era ajeno.  

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