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Por Marcelo Cafferata.

Después de una historia inquietante, tensa, con un nervio particular como fue “El incendio”, Juan Schnitman vuelve a ponerse detrás de las cámaras, abordando este nuevo proyecto “ROMPIENTE”, estrenado en estos tiempos de pandemia.

Todos aquellos elementos que ya aparecían en su opera prima, donde describía la descomposición acelerada de la pareja protagonizada por Juan Barberini y la increíble Pilar Gamboa, atravesada diagonalmente por una crisis subyacente y una violencia que estaba ahí, latente- vuelven a reciclarse, a retomar su recorrido, en esta nueva propuesta en donde nuevamente se hace presente la tensión, la solapada manipulación, lo no dicho, los cambios de actitud y el ejercicio del poder, poniéndose en juego en este trabajo, que se presenta mucho más como un ejercicio de estilo que del tradicional formato de una historia de ficción.

En “ROMPIENTE”, Schnitman se nutre del trabajo de sus tres actores (vuelve a estar presente Juan Barberini, en esta ocasión junto a Malena Villa y Julián Infantino) con quienes a su vez construye el guion de esta propuesta que tiene algo de experimental, mucho de juego e improvisación y una mirada rupturista y diferente.

Y utiliza un mecanismo tan atractivo para cualquier cinéfilo como es del mundo del cine dentro del cine,  que resulta altamente efectivo pero que además le permite hablar de este hecho artístico puntual –la filmación del supuesto debut como director de Barberini filmando “Las Meninas”- pero que se toma de excusa para reflejar otros conflictos que van más allá del simple contexto de esa/una filmación.

¡Toma uno!: en un espacio reducido y perfectamente delimitado –que podría acotarse según el ojo de la cámara a un colchón tirado en el piso y unas sábanas que esconden y desnudan a los protagonistas-, asistimos al primer día de rodaje de una película independiente. Poco sabemos, en líneas generales, de qué va la historia, porque de todos modos, lo más importante serán los problemas que se vayan planteando en esos primeros acercamientos en la filmación, cuando se tiene que rodar una escena de intimidad que irá desembocando en una relación sexual entre los dos actores (Malena Villa y Julián Infantino).

Con cierta frescura e inexperiencia, los actores van dejándose llevar por las marcaciones del director y mientras se va repitiendo la escena, el director casi imperceptiblemente –a medida que van transcurriendo las diferentes tomas- va modificando las reglas de juego, manipulando a los protagonistas con el objetivo de lograr un resultado que, en apariencia, no se había pautado desde el inicio.

La cámara se transforma en un testigo más de todas las situaciones, no para de grabar en ningún momento, y nuestro ojo de espectador se nutre no solamente del rodaje de la escena en sí misma sino de los movimientos, acercamientos y alejamientos, tensiones y ordenamientos que se van produciendo en ese triángulo donde no tardarán en aflorar los conflictos que se inician en pequeños detalles, esos que precisamente a Schnitman más le importan –tiene un ojo entrenado para que esos detalles  vayan estructurando sus historias-, para ir escalando en nervio, tensión y ciertos rasgos violentos que comienzan a emerger en el trío protagónico.

Se hacen presentes la frustración porque la escena no termina de salir, los pedidos del director que apuesta a más y más, la incomodidad propia de lo que una escena de sexo implica para estos actores que parecen no tener una gran experiencia en este tipo de situaciones, los límites que se imponen, las negativas y las exigencias.

Barberini vuelve a brindar un trabajo espléndido, con los matices y las tonalidades que ese director va recorriendo para modelar a sus actores y lograr su objetivo –ese halo de poder en el set que logra manejar en forma precisa pero discreta-. Por su parte, Malena Villa (que recordaremos por ese hermoso protagónico en “2001: mientras Kubrick estaba en el espacio” y por “Miss” de Robert Bonomo) y Julián Infantino (nominado al premio Cóndor de plata a la revelación masculina por “Mariposa” de Marco Berger) se entregan el juego para representar a estos dos actores novatos –¿habrán pasado por esto en sus primeros pasos en la actuación?- que con pudor, vacilación y ciertos dilemas profesionales enfrentan temerosamente a ese director que intenta sobrepasar ciertos límites, por fuera de los que había sido acordado.

“ROMPIENTE” se presenta como agradable juego de estilo, un ejercicio dentro del mundo del cine en donde se expone un mecanismo tan actual y vigente como es el abuso –y tan transitado en diversas producciones-, logrando una nueva vuelta de tuerca, una mirada sin discursos cargados de adoctrinamientos ni marcaciones explícitas, sino todo por el contrario, Schnitman logra dar con formas mucho más sutiles dentro de su minuciosa narrativa.

Disponible en www.vimeo.com/ondemand/rompiente

POR QUE SI:

» La cámara se transforma en un testigo más de todas las situaciones «

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