Tiempo de lectura: 3 minutos

Por Marcelo Cafferata.

Allá por el año 2001, junto con una propuesta de curaduría para el Teatro Sarmiento, Vivi Tellas presentaba el primero de sus proyectos personales de dirección enmarcados dentro de ciclo “Biodrama”.

Así se abría una nueva forma de teatro documental  sobre personalidades que no se dedicaban puntualmente a la actuación, reflejando en aquellas obras sus experiencias de vida. Tella y otros autores/directores del ciclo pudieron encontrar teatralidad en la vida de filósofos, médicos, una maestra rural, profesores de una academia de conductores, guías de turismo o de un museo, o los propios trabajadores del Teatro General San Martín.

Algo de ese aire impulsado hace tantos años por Tellas, impregna la propuesta de “200 GOLPES DE JAMÓN SERRANO” un trabajo de dramaturgia en el que se decide deliberadamente, borrar todo límite entre realidad y ficción y trabajar respetando los cánones del biodrama que, en este caso particular, se referirá a la vida de un actor, y las implicancias de pertenecer al medio.

Así aparece Gustavo Garzón en cuerpo y alma –sobre todo en una primera parte de la obra- quien, en base a monólogos, cuenta potentes fragmentos de su vida en primera persona con una valentía y una entrega sorprendentes. La naturalidad y la calidez con la que Garzón aborda esos textos absolutamente íntimos y confesionales permiten plantear el inicio de un espectáculo diferente (tanto dentro su propuesta como de la trayectoria del actor) mientras que, al mismo tiempo, una cámara inquieta no para de filmar y se proyecta todo en una pantalla, potenciando ese diálogo entre ficción y realidad, documental y ficción, persona / personaje.

Recuerdos que podrían ser sumamente dramáticos e inclusive apelar a algún golpe bajo, por el contrario, en la voz y la presencia de Garzón se apoyan en la emoción y en la profundidad incluyendo, además, ciertos toques de humor e ironía –sobre todo autoreferenciales- y disparar algunos dardos sobre el mundo del espectáculo, los castings, las producciones, la popularidad que da la televisión y el dolor del teléfono que no suena cuando no existen propuestas de trabajo.

La vida profesional se fusiona con la vida personal y así llegamos al génesis de esta obra, su contacto con Marina Otero y en esa instancia, nuevamente, la dramaturgia da otro vuelco para retroalimentar la ficción con realidad y seguir armando este rompecabezas en donde Otero va creciendo y juega este mismo juego de volcar su vida en escena.

Para los amantes del mundo del espectáculo, el texto se vuelve cada vez más disfrutable, con múltiples referencias al mundo de la televisión (algunas anécdotas de Pol-ka, las telenovelas, la popularidad, su amistad con Fanego), el cine, el teatro (mientras que Garzón aporta referencias a Muscari y Cacace por poner algunos ejemplos, Otero lo hace con la danza y una coreografía “al estilo” inconfundible de Rottemberg) y va bifurcándose hasta volver nuevamente a centrarse, sobre el final, en la realidad actual –se incluyen referencias a nuestro momento de pandemia y aislamiento- y poner el foco en lo personal.

La dramaturgia de Otero propone un recorrido lúdico y fragmentado, en donde por fuera de cualquier esquema tradicional, juega a “romper” el texto y volver a rearmarlo una y otra vez, multiplicándose también en una puesta en donde se proponen diferentes espacios escénicos –tomando inteligentemente otros campos y no solamente el escenario-.

Otero aporta una excelente propuesta de escritura teatral y al mismo tiempo construye una puesta en escena diferente, junto con la decisión de incluir(se) dentro del espacio de ficción/documental, abriendo su propia historia. Así genera un espacio de música y danza dentro del espectáculo, y abre un doble juego entre los protagonistas, uniendo esos dos mundos que parecieran estar de cada lado de la grieta: on / off, teatro comercial e independiente, productores que te llaman versus autogestión, lo popular y el prestigio, lo banal y lo profundo.

Por su parte, Garzón, no solamente se presta a un texto que lo desnuda en carne viva, sino que lo hace con un trabajo diferente a todo lo conocido y con un nivel de entrega extremo. El recuerdo de la madre de sus tres hijos, Alicia Zanca y la participación de su familia desde la platea y más tarde sus hijos Juan y Mariano desde el escenario, generan un clima que va directo al corazón de los espectadores y que deja flotando, casi imperceptiblemente, más de un tema para reflexionar.

Quedan planteados el amor por los hijos, la profesión y las pasiones, los amores vividos, la voracidad de los medios y productores que toman y dejan a los artistas con la misma facilidad, nuestra vulnerabilidad frente a las enfermedades, pero por sobre todo gana un espíritu de resiliencia, fundante tanto en Otero y más aún en Garzón, que es donde se apoya todo el andamiaje que propone, ingeniosamente, “200 GOLPES DE JAMON SERRANO”.

200 Golpes de Jamón Serrano

De Marina Otero

Con Gustavo Garzón y Marina Otero

Teatro: CARAS Y CARETAS – Sarmiento 2037

Reestreno 23/01/2021, todos los sábados 22:30 horas

Compartir en: