Tiempo de lectura: 4 minutos

Por Marcelo Cafferata

La ópera prima de Lucía Garibaldi, “LOS TIBURONES” puede disfrutarse a partir del 21 de Enero en la plataforma Puentes de Cine (www.puentesdecine.com) después de su estreno comercial en las pantallas locales en 2019 y presentada en el Festival de Sundance, donde tuvo su première mundial donde Garibaldi ganó el premio por su labor en Dirección en la sección World Cinema Competition.

También ha sido premiada en el Festival de Guadalajara, donde recibió el premio al mejor guion y a la mejor actuación (por el trabajo protagónico de Romina Betancur) y ha sido ganadora de la competencia internacional del Festival de Tolouse, Francia formando parte inclusive de la Competencia Internacional del BAFICI, en donde recibió el Premio Especial del Jurado.

La figura central de la historia es Rosina, una adolescente de 14 años que vive en un pueblo costero uruguayo donde, previo al inicio de la temporada veraniega, mientras nada en el mar, cree ver la aleta de un tiburón.

Si bien todo el pueblo comienza a perturbarse por este rumor que se echa a correr con gran velocidad, “LOS TIBURONES” se despega rápidamente de cualquier punto de contacto con el clásico de Spielberg: si bien existen en un segundo plano algunos movimientos de los pobladores aunando esfuerzos para que nada impida desarrollar la temporada en forma armoniosa aun con esa presencia “amenazante” , el foco de la narración está claramente puesto en Rosina, en su mundo interno, en la búsqueda de un lugar de pertenencia dentro de su propio entorno familiar y sobre todo, en el autodescubrimiento, en su despertar sexual y en la exploración del universo femenino.

Garibaldi acompaña tanto desde el desarrollo de la historia en el guion que ella misma ha escrito como desde la puesta en escena con una cámara inquieta, cada uno de los pasos de Rosina. La vemos en su rol de hija (Valeria Lois y Fabián Arenillas tienen dos destacados papeles secundarios como sus padres), de hermana (tiene una fuerte pelea al inicio con su hermana mayor donde queda demostrado que es la menor, pero no por eso la menos fuerte y temperamental), interactuando con la gente del pueblo y con sus amigos.

De esta forma nos vamos introduciendo en su espacio interior y desde allí descubrimos la fuerte atracción que siente por Joselo, uno de los empleados de su padre –algo mayor que ella – que se dedica al mantenimiento de jardines, al que espía mientras trabaja y busca atraerlo de todas las maneras posibles. 

Desde este momento la presencia del tiburón va cobrando otros sentidos, que queda como tarea para el espectador, poder ir dándole diferentes lecturas de acuerdo con lo que cada uno crea ver en la historia.

La presencia del peligro en el balneario y fuera de éste, es una de las posibles interpretaciones. Pero la fuerte atracción física y esa “persecución” que Rosina emprende, merodeando alrededor de su presa (Joselo) dará un significado diferente, más ligado con lo animal, con lo instintivo, con una idea de depredador.

Esa idea de voracidad y depredación también conecta con la forma brusca en la que Joselo se acerca sexualmente a ella, sin respetar espacios, de una forma distanciada pero violenta, sin dar lugar a conocer o interpretar lo que a ella le estaba sucediendo en ese momento.

Precisamente en esos repliegues es donde la mirada de la cámara femenina de Garibaldi logra marcar una diferencia y narrar desde un lugar inusual, distinto, coqueteando con los elementos de una típica “coming of age” pero yendo mucho más allá, construyendo al personaje de Rosina desde su esencia, desde el fondo y no desde una mera superficie.

El guion se nutre solamente de algunos detalles y prácticamente sin diálogos ni explicaciones innecesarias, narra perfectamente los encuentros -que terminan siendo desencuentros- y el abordaje completamente diferente del mundo sexual de cada uno de ellos. El desconcierto y casi un desconocimiento aparecen muy presentes en Rosina, quien de todas formas sigue fuertemente inquieta por esa figura masculina que la atrae pero que al mismo tiempo parece no darle cabida, marcando siempre la diferencia entre su mundo de “niña” al de una mujer.

En ese tránsito, en ese “limbo”, en esa despedida de la niña que fue pero al mismo tiempo marcando un espacio de mujer que todavía no es, aparecen las diferencias en ciertas conversaciones que escucha en su grupo de amigas, en el rol que ocupa en su casa o en la permanente rivalidad que se plantea con el mundo de su hermana mayor.

Garibaldi va preparando con gestos, miradas, pequeñas señales, trabajando con suma sutileza, un tercer acto contundente para el cierre de “LOS TIBURONES”: aquel en el que Rosina no se dará por vencida y seguirá a su presa hasta las últimas consecuencias. Mezcla de capricho, venganza, deseo e inevitable atracción, el personaje tiene una exquisita complejidad, abordándolo desde todas sus contradicciones, pero dotándolo de una pureza y una pizca de ingenuidad que lo hace mucho más rico.

LOS TIBURONES” se nutre además de una cuidada fotografía donde en esa inmensidad del mar, casi transparente, se van sumergiendo los deseos más oscuros de cada uno de sus personajes.

POR QUE SI:
» Narra perfectamente los encuentros -que terminan siendo desencuentros- y el abordaje completamente diferente del mundo sexual de cada uno de ellos «

Compartir en: