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Por Marcelo Cafferata


Entre tantas otras sensaciones, un momento tan particular como el que estamos atravesando a nivel mundial trae, irremediablemente, un tendal de malas noticias en el mundo del cine (cierre de salas, postergación de los estrenos, incertidumbre sobre cuándo podremos volver a disfrutar una película en pantalla grande, parálisis total de la producción en todos sus niveles) pero también se despiertan diversas ideas dentro del colectivo del arte –escritores, dramaturgos, actores y actrices, directores- de modo tal que aparece una necesidad genuina de compartir y socializar sus producciones (liberación de películas, lecturas de textos por instagram, páginas web con contenidos exclusivos en determinadas fechas) y, de este modo, mitigar un poco el efecto del encierro y el aislamiento.

Dentro de ese contexto, surge “LAS FRONTERAS DEL CUERPO”, la idea de Andrés Habegger y Nicolás Alonso en la que convocaron a quince directores de diferentes geografías (CABA, Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos, Santiago del Estero y Neuquén –dándole un nivel completamente federal a la propuesta-) para que cada uno de ellos, buscando la forma de expresión artística que prefiriesen, armara un micro relato en primera persona dentro de un plazo acotado de 9 días –la realización se llevó a cabo del 4 al 12 de Abril- para conformar este collage colectivo sobre ciertas preguntas, reflexiones y sensaciones mientras se encuentran atravesados por este tiempo tan inasible.

De esta forma, como todo relato coral, es complejo poder hablar de una homogeneidad más que del punto en común que es la pandemia y las situaciones que se presentan en torno al aislamiento.

Lo interesante va entonces de la mano de la amplia variedad de recursos que despliegan cada uno de los directores en sus cortos, para mostrar a través de diferentes elementos, sus pensamientos, sus estados de ánimo, su entorno, su espacio de reflexión. 

Así algunos de ellos se sirven de la voz en off como recurso para sostener su trabajo (en algunos momentos puede tornarse abusiva sobreexplicando las imágenes que ya hablan por sí mismas), otros recorrerán sensaciones más ligadas a lo táctil –tocarse/cercanía/lejanía- y muchos otros desplegarán los más diversos elementos audiovisuales que van desde fotos, imágenes con textos, fragmentos posteados en las redes, una voz en un contestador telefónico o bien valiéndose de la música como un instrumento narrativo más dentro de su segmento.

El collage es tan variado como interesante, y en particular, se agradece la frescura que despliegan “Ping Pong” de Nicolás Herzog y María Mir, “Ammonite” de Mariana Russo o  “Urdir” de Nahuel Vec, que a modo de trilogía, ubicados casi en el centro del relato destilan un aire fresco en donde, cada director en distintos abordajes, relatan situaciones simples, cotidianas, elegidas al azar y propuestas como una especie de zigzag lúdico que facilita más el juego con el espectador y donde plantean cuerpos en acción –aparece la actividad física, el aire libre, el espacio más abierto y algún semidesnudo que oxigena los relatos- y una sensación de energía más positiva.

Otros directores han elegido por el contrario un tono más deliberadamente reflexivo, como imponiéndose la necesidad de transmitir un mensaje profundo, que en una primer aproximación nos deja con una sensación de situación algo impostada, frente la espontaneidad y la libertad de los segmentos mencionados anteriormente, que con su sinceridad y sencillez logran el cometido de transmitir reflexiones amables y no por eso menos profundas frente a esta situación tan particular que estamos atravesando. 

Para quienes acepten la propuesta, el recorrido pasa de un pequeño texto de Olga Orzoco o Jorge Luis Borges a una canción de Milton Nascimento o Divididos, pasando por Godard y la psicomagia de Jodorosky o las publicaciones en Instagram.

La textura y la mixtura entre los relatos se mueven entre un ronquido, persianas que dejan pasar la luz del día, un balcón, una película trunca, una mudanza que no pudo ser, un bosque, un limón verde, el himno nacional, las partículas de un átomo, un frontón o fragmentos en una granja. 

Y todos ellos cobran algún sentido frente a lo que propone cada uno de los directores: algunos más solemnes como “Amanece” de Andrés Habegger o “Cercanía Eterna” de Francisco Mattiozi Molina, otros más poéticos como “Wömen, Nosotros” de Victor Cruz y algunos que reflexionan con algún atisbo de humor y un guiño al espectador como “Muro de Pinos” de Mariana Belén Rodriguez. 

Una propuesta diferente, interesante, creativa, para conocer la mirada de quince jóvenes directores en el marco de esta crisis que puede despertar, entre tantas otras cosas, una construcción de un espacio artístico plural y heterogéneo.

“LAS FRONTERAS DEL CUERPO” disponible del 24/04 al 03/05 y en forma gratuita en el plataforma www.cont.ar

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