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Por Rolando Gallego.

El principal problema de “Supergirl” (1984) de Jeannot Swarck (Santa Claus, Tiburon 2) es su decidida intención de evocar la saga de “Superman”, y, principalmente, no contar en el equipo con mujeres que bien podrían haber superado su mirada misógina sobre la heroína.

Tras el suceso de taquilla de “Superman”, los grandes estudios trataron de emular la fórmula, cómic de base, personaje adaptable, música estridente, narración simple, y producir historias en las que las tiras de papel sirvieran como impulsores de la venta de entradas.

En ese afán por conseguir audiencias, se produjeron un sinfín de productos sin corazón, pastiches que sólo dedujeron que el público recibiría sin cuestionamientos las propuestas, una trama calcada a la de “Superman”, menciones todo el tiempo a su universo, y una estética con “raros peinados nuevos”, neon, brillos y el camp a flor de piel.

A los pocos minutos de iniciada “Supergirl” todo comienza a desmoronarse, tal vez, por su necesidad de apelar a recursos ya probados y ni siquiera imaginar nuevos rumbos para la narración de la llegada a la Tierra de la “prima” de Superman.

El arranque con Peter O’Toole y Mia Farrow en un espacio que supuestamente es futurista, pero donde las vestimentas son de materiales y formas “contemporáneas” es lo primero que hace ruido.

Claramente la incorporación de estos dos actores, más Faye Dunaway anunciaban su intención de emular la de Marlon Brando en Superman, pero claro está, a los pocos minutos de que diálogos inverosímiles surjan entre ellos y Kara (Helen Slater).

Luego la sucesión exactamente igual que en su predecesora, la joven llega a la Tierra, se mezcla entre los humanos y allí todo comienza a precipitarse, al decidir optar por una narración simil comig of age y de enredos estudiantiles, más que una película protagonizada por superhéroes.

De hecho, la villana de la historia es una bruja, llamada Selena (Dunaway) quien con su compañera de aventuras Bianca (Linda Lee) desea conformar un aquelarre que le permita dominar el mundo.

Sin hombres en el equipo de realización, excepto rubros destinados históricamente a ellas como maquillaje y vestuario, la aventura de “Supergirl” es misógina y aburrida. De hecho el primer encuentro entre Kara y los humanos es una situación de acoso sexual callejero, y más allá de la reprimenda que pueda ejercer sobre ellos, uno de los sujetos le levanta la pollera para mirar mejor su cuerpo.

Todo es cuesta arriba, pero a la vez, hipnótico, por lo increíble de las ideas que va desarrollando, y en donde el amor romántico, la búsqueda de un hombre para casarse, los estereotipos de bullying sobre mujeres, y mucho más, se multiplica.

El público le dio la espalda, y hoy a más de 35 años de su estreno, se la busca por su estética kitch, su inverosímil relato y los pocos logrados efectos especiales. Una oportunidad perdida más para imponer una mirada de género en un personaje clásico y distinto.

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