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Por Rolando Gallego

Tal vez el mayor hallazgo de una propuesta como la que Céline Sciamma trae en Retrato de una mujer en llamas, es la de potenciar la narración gracias al talento de sus dos protagonistas, Adéle Haenel y Noémie Merlant, en un relato que deposita en ellas su principal virtud.

Filmada con un preciosismo único y una cuidada reconstrucción de época, Retrato de una mujer en llamas, habla de un imprevisto e inevitable romance entre una pintora (Merlant) que debe capturar en un cuadro la esencia y belleza de una joven (Haenel) que deberá contraer en breve matrimonio por acuerdo.

Entre ellas surge una historia de amor que trasciende época y la pantalla, y que en un punto, también lo hace con el guion que la propia Sciamma imaginó, y que como ya lo viene realizando en sus producciones precedentes, tienen al feminismo como base para los universos que luego atravesarán las protagonistas.

Hay una cuidada puesta en escena, que se vale de la fotografía de Claire Mathon, para activar los claroscuros de la historia, en donde no importa el día o la noche para plasmar la pasión de estas mujeres que deben ocultarse de los demás para avanzar en ese imprevisto amor.

El retrato en llamas bien podría aludir al fuego con el que Sciamma recorre los cuerpos de las protagonistas, pero también como una metáfora del propio devenir dramático del relato, el que, por momentos, rompe con la contemporaneidad de la línea temporal que presenta, avizorando ciertas ideas actuales sobre el movimiento al que adscriben sus protagonistas.

Así y todo, esa ruptura que tal vez no sea advertida por todos los espectadores, no atenta contra la bella puesta, la pictoricidad del material cinematográfico, y las logradas interpretaciones, las que revitalizan una historia cuyo eje es el amor, más allá del envase que tengan sus protagonistas.

POR QUE SI:

“Por el talento sus dos protagonistas, Adéle Haenel y Noémie Merlant”

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