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Por Marcelo Cafferata

Antes de entrar en el universo de “MAREA ALTA” es interesante recorrer los trabajos previos de Verónica Chen, su directora, para ubicar en dónde se instala su nueva película dentro de su filmografía.

Sorprendió allá por el 2001 en el BAFICI con su ópera prima “Vagón Fumador” y volvió en la Competencia Internacional de la edición 2007 con su segundo filme “Agua”. En ambos hay una fuerte presencia del mundo masculino, en el primero en la figura de un taxi boy que deambula por la noche de Buenos Aires y en el segundo, con la historia de un nadador, retirado a causa de un control de dopping positivo que se propone volver y se ve reflejado, casi sin quererlo, en un joven nadador que intenta entrar en el equipo nacional.

A partir de su siguiente trabajo “Mujer Conejo” (estrenada en la sección Zabaltegi del Festival de San Sebastián), la figura femenina va ocupando el espacio narrativo y se construye como el eje central de sus próximos trabajos. Mezclando elementos del thriller y del cine fantástico, en este caso contará la historia de una mujer argentina con rasgos asiáticos que queda atrapada dentro de un problema con la mafia china, inicio de una etapa donde la figura de la heroína marca fuertemente todo el relato.

Así luego en “Rosita” también aborda el thriller, ahora con una fuerte marca psicológica donde la protagonista frente a la desaparición de su hija –que aparentemente salió de compras con su abuelo-, comienza una búsqueda en donde se dispara la desesperación, la desconfianza y donde algunos hechos del pasado parecen salir a la luz para recobrar su integridad, su rol maternal, fuera de toda la culpa y la paranoia que se gatillan frente a esa ausencia.

Es importante haber repasado su obra, porque justamente en “MAREA ALTA”, Chen dará una vuelta más de tuerca sobre la figura femenina, en este caso convirtiéndola en el absoluto disparador del conflicto. Al clima de thriller psicológico de sus films anteriores, se agrega un fuerte componente de contradicciones morales, con inquietantes giros del guion que se desprenden de las pulsiones casi sin límites éticos que viven los personajes.

Todo comienza con Laura -una editora de libros con una situación económica indudablemente privilegiada-, bailando una noche en el living de su casa de descanso. Una casa emplazada dentro de un bosque cercano a la playa, en la cual ella ha quedado sola, controlando algunos arreglos que hay que hacer antes de la temporada, mientras su esposo y sus hijos han quedado en Buenos Aires.

Música relajada, tragos y el coqueteo con un hombre que si bien dispara algunas frases con tono violento y desatinado, ella intenta domesticar para llegar a tener sexo y disfrutar de una noche diferente.

Pronto nos daremos cuenta que él es Weisman, el maestro mayor de obras que lleva a cabo la reforma de la casa y la construcción de un quincho: intentando volver a tener sexo a la mañana siguiente, se escucha la camioneta y parece que han llegado sus obreros para avanzar con los trabajos.

Weisman miente, le dice a Laura que los obreros no están, que nos los vieron, que ya se retiraron, mientras les hace señas para que se escondan tras unos árboles en el bosque y simulen no haber visto nada.

Lo que podría ser una “mentira piadosa”, será el puntapié inicial para que en un efecto bola de nieve amplificador, las consecuencias posteriores vayan generando más y más tensión en un clima que Chen sabe manejar, dosificando climas asfixiantes con una hermosa fotografía (a cargo de Fernando Lockett) y  donde se mezcla una violencia contenida, con un clima enrarecido que va generando el estallido frente a una situación límite.

Tal como sucedía, en cierta medida, en “Partir” de Catherine Corsini o en “Io sono l’amore/El amante” de Luca Guadagnino, el personaje femenino no solamente toma las riendas de la situación frente a la propuesta sexual, sino que además sabe positivamente que atraviesa ciertos límites en donde hay una clara diferencia social que desequilibra más aún el vínculo.

Para aquellos que observen con una cierta mirada prejuiciosa, la propia Laura nos contesta desde la pantalla: le confía a una amiga lo sucedido, reforzando que ella también tenía derecho a “darse un gusto”, se acostó con él… ¿y qué?.  

Weisman (otro gran trabajo de Jorge Sesán –“Vergara” “Okupas” y la mìtica “Pizza, Birra, Faso”) desaparece por completo, no contesta los llamados y los obreros que quedan casi a la deriva y sin supervisión llevando a cabo la reforma de la casa (que Chen utiliza impecablemente con impactantes tomas que la constituyen en un personaje más del relato). Anoticiados de la situación, han perdido todo respeto y es así como Hueso (Héctor Bordoni) y Toto (brillante trabajo de Cristian Salguero) comienzan a invadir la casa y romper cualquiera de los límites propuestos.

Su mirada machista en el peor sentido de la palabra, se hace presente mediante actitudes acosadoras, que se tornan peligras, un cierto regodeo misógino y sobre todo en el caso de Toto, haciendo comentarios elevados de tono en donde claramente cosifica y menosprecia a la “patrona”.

No solamente se subvierte permanentemente el orden como ya sucedía en “Los dueños” de Agustín Toscano y Ezequiel Raduzky y hay una violenta invasión de la propiedad y el espacio, sino que además el guion de Chen empuja permanentemente a situaciones donde uno no puede quedar ajeno y donde se siente compelido a tomar partido.

Al mismo tiempo, todos los personajes fluctúan en una peligrosa doble moral donde pierden la ética y sus propios principios, donde traicionan y son traicionados en un espacio donde parece no haber códigos, una geografía exenta de moral, donde todo vale.

Más allá de la mirada feroz al conflicto de clases, diferencias que por más que quieran hacerse difusas y confusas, claramente terminan saliendo a la luz, la mirada de Chen expone en su doble juego, el juzgamiento moral que sigue pesando sobre la sexualidad femenina y la condena que implica, tácitamente, haber roto determinadas reglas.

Gloria Carrá (habitual colaboradora de Chen) toma las riendas de un protagónico que le permite un lucimiento especial y asume el compromiso de componer a esta Laura que atraviesa todos los estados, que intenta sobreponerse a sus miedos y a sus propias contradicciones, y logra un trabajo impactante, sensacional y sencillamente consagratorio, más allá de todos los importantes trabajos en su carrera tanto en el cine, como en el teatro y la televisión.

Representante argentina en el último festival de Sundance, “MAREA ALTA” se encuentra disponible en la plataforma www.cine.ar/play, dentro de sus propuestas de estrenos y ojalá que el efecto “boca a boca” logre que una película tan interesante y que abre e instala la polémica y el debate, no pase desapercibida dentro de las propuestas más sólida de este año dentro del cine nacional.

POR QUE SI:

«El guion empuja permanentemente a situaciones donde uno no puede quedar ajeno y donde se siente compelido a tomar partido»

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